Habiendo acabado el domingo pasado, con la Solemnidad de Cristo Rey, el Año Litúrgico del ciclo A, que comenzamos el año pasado el domingo 27 de noviembre; hoy, domingo 3 de diciembre, comenzamos un nuevo Año litúrgico, esta vez ciclo B, guiado fundamentalmente por el Evangelio de San Marcos, que comienza con el llamado tiempo de Adviento, que es un tiempo de preparación espiritual para la celebración de la Navidad; el nacimiento de Cristo. El Adviento nos prepara a los cristianos para la Navidad, así como la Cuaresma es la preparación para la Pascua.
Señala el Catecismo de la Iglesia católica que «al celebrar anualmente la liturgia de Adviento, la Iglesia actualiza la espera del Mesías: participando en la larga preparación de la primera venida del Salvador, los fieles renuevan el ardiente deseo de su segunda Venida». El Adviento nos habla, pues, de una doble venida de Cristo. Por una parte, recordamos que Jesús nació en Belén y nos preparamos para celebrarlo en la Navidad. Por otra, se nos anuncia que Jesucristo volverá al final de los tiempos para llevar a total cumplimiento su obra de salvación y reconciliación de toda la creación. El Señor volverá y entonces quedará cumplido el tiempo de la historia y la Iglesia entrará en su plenitud.
Los fieles cristianos hemos de considerar este tiempo de Adviento como un tiempo de oración y de reflexión, caracterizado por la espera vigilante, tiempo también de arrepentimiento, de perdón y de alegría. San Máximo de Turín, primer Obispo de esa sede en la región italiana de Liguria, del cual se conservan casi todas obras literarias, a pesar de que él vivió en los siglos VI y V, dice en uno de esos textos: “En preparación para la Navidad del Señor, purifiquemos nuestra conciencia de toda mancha, llenemos sus tesoros con la abundancia de diversos dones, para que sea santo y glorioso el día en el que los peregrinos sean acogidos, las viudas sean alimentadas y los pobres sean vestidos”. (Sermón de san Máximo de Turín, Patrología Latina 57:224.234).
El Adviento, tiempo de deseo y de espera del Señor, nos exhorta a volver nuestra mirada y nuestro corazón a Dios, a escuchar su Palabra. Adviento nos recuerda que tenemos que estar listos para dejarnos encontrar por el Señor en todo momento de nuestra vida. Adviento quiere despertarnos a los cristianos ante el riesgo de dormirnos en la vida diaria, de entretenernos en el momento presente y de olvidar que estamos de camino hacia la casa del Padre, hacia la consumación de todo al final de los tiempos.
El color de los ornamentos del altar y la vestidura del sacerdote es el morado, igual que en Cuaresma, lo cual simboliza austeridad y penitencia. Y en la Catedral y las parroquias para que seamos conscientes de que estamos en Adviento se coloca lo que llamamos “La corona de Adviento” Se trata de un conjunto de ramas verdes, de preferencia de especies perennifolias y en cualquier caso sin flores debido a la austeridad propia del Adviento, dispuestas o trenzadas en círculo, a las que se suman cuatro cirios o velas ubicadas en la periferia. El primer cirio se enciende en el primer domingo de Adviento, junto con la lectura de un pasaje bíblico o la realización de plegarias. Sucesivamente se encienden los restantes cirios, uno nuevo en cada uno de los siguientes domingos, hasta que en el domingo previo a la Navidad se encienden los cuatro cirios.
A todos, pues, os deseo un buen tiempo de Adviento con esperanza de prepararnos bien para la Navidad, fiesta del Nacimiento de Jesús en Belén para nuestro bien y el de toda la humanidad.
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