Es un fenómeno que se niega a desaparecer de nuestro calendario: en las fiestas navideñas y de fin de año, los pitiusos o funcionarios que pretendan pasar las fiestas en la Península se encuentran con dificultades absurdas.
Por una parte, no siempre existe flexibilidad para adquirir billetes de avión en fechas señaladas y en caso de encontrar disponibilidad los precios se disparan de una manera injustificable. Bien está que las compañías aéreas aprovechen la circunstancia para cargar las tintas, pero no se entiende que se tripliquen algunos precios. No tiene sentido en lógica de mercado ni el lógica humana. Es un abuso intolerable.

Al fenicio no le duelen prendas, porque hace muchos años que decidió viajar en estas fechas donde no aparecen fiestas ni puentes. Se viaja más cómodo, te atienden mejor y casi siempre más barato. Pero no todo el mundo puede elegir y suele ser a esa gente trabajadora, funcionaria o vacacionista por unos días a la que se clava con unos precios desorbitados. Como decía el editorial de nuestro periódico, no existen en Formentera ni en Ibiza otras salidas alternativas, aun aceptando que muchos cientos o miles de isleños aprovechan el transporte marítimo que, de todas formas te dejará aparcado en el próximo puerto. A partir de ahí sigue la aventura por cualquier otro método accesible.

Se repite cada año y precisamente en una isla a la que se llega en verano por unas decenas de libras o de euros. Lo cual me sugiere una broma final. ¿No hay taxis o barcos pirata? Los pitiusos deberían aunar esfuerzos y fletar chárters. Una agencia o asociación podría hacerlo. Imagino que no es tan fácil. Quede pues como ocurrencia.
@MarianoPlanells