Parecía que con la aplicación del 155 íbamos a poder descansar unos días del victimismo empalagoso, pero no va a ser así: la fuga y tocata de Puigdemont ha desencadenado que la juez Lamela decida meter a Junqueras y equipo en la trena por la gravedad del delito de sedición y visto que el Honorable se ha pirado, pues la jueza no se fía tampoco de Junqueras, que se podría haber escondido en Montserrat o en Perpiñán. Mientras tanto, Puigdemont anda en Bélgica, en libertad vigilada, leyendo tebeos de Tintín, bebiendo cerveza Delirium Tremens y disfrutando de los efluvios del exilio, lo que es un verdadero insulto comparativo para políticos tan cabales, que no tuvieron otra que exiliarse, como Tarradellas. Nadie quiere ir a la cárcel y menos con el panorama que les espera a estos: no es de gusto ideológico para estos supremacistas tener que estar todo el día entre gitanos y payos, escuchando españoladas de Camela o de Los Chunguitos o torito guapo del Fary por no hablar del Viva España de Escobar que, por cierto, compusieron unos belgas, aunque las últimas noticias nos dicen que Junqueras lleva una vida carcelaria de lujo y se pasa el día haciendo spinning; bien es verdad que a la hora de martirizar, los independentistas no se quedan cortos. Tenemos, pongamos por caso, a uno de los Jordis calentándole la cabeza con toda su hagiografía estelada a un pobre preso de confianza, al que pusieron para que este Jordi no cogiera disgusto en Soto del Real, pero, claro, este penado no tiene por qué tragarse toda la arquitectura del Procés ni se merece que le pongan la cabeza como una zambomba con El nacimiento de una nación, pero sin D. W. Griffith y en versión Wilfredo el Velloso.