Y es que como vicepresidente de la Generalitat ha sido el «motor» de todo el disparate que se ha vivido en los últimos meses en Cataluña.
En realidad este drama comenzó a escribirlo Artur Mas, y en su desenlace además de Puigdemont y la CUP, ha ayudado de manera especial Ezquerra.
Sí, Carles Puigdemont ha dado la cara y sin duda es el principal responsable pero detrás de él ha estado Junqueras moviendo los hilos y cuidando eso sí, de que fueran otros, en primer lugar Puigdemont quién corrieran con el gasto del desafío al Estado.
En los últimos días hemos conocido distintas versiones sobre porqué Carles Puigdemont estuvo a punto de convocar elecciones el pasado viernes y finalmente no lo hizo.
Algunas de las personas que estuvieron en los aledaños de las negociaciones han ido deslizando retazos de información y curiosamente hay una coincidencia general: Puigdemont estaba casi convencido de que la mejor salida era convocar elecciones, pero Junqueras se lo impidió. ¿Que como lo hizo? Pues logrando que Carles Puigdemont se asustara al comprobar su soledad ante esa decisión. Comenzaron los «tuits» insultándole, y las gentes de Ezquerra y de la CUP le tacharon de traidor. De manera que Puigdemont no se atrevió a dar el paso porque no lo quería dar solo y Junqueras se negaba a acompañarlo.
En realidad Junqueras quiere «heredar» a Puigdemont y toda su estrategia ha ido en esa dirección.
Naturalmente si Carles Puigdemont fuera un político consistente habría tomado la decisión de convocar elecciones por más que Ezquerra y la CUP se le pusieran en frente. Pero todo hay que decirlo, tampoco a él le pedía el cuerpo convocarlas por más que casi se comprometiera con algunos de los interlocutores que intentaban convencerle de que sí lo haría.
Algunos creen ver en Oriol Junqueras una especie de Maquiavelo moderno. Yo discrepo, por más que Maquiavelo se inspirara en un rey aragonés, Fernando de Aragón, para componer el personaje de El Príncipe. Ya le gustaría a Oriol Junqueras parecerse en lo más mínimo a aquel Fernando de Aragón casado con Isabel de Castilla, que tampoco le andaba a la zaga en cuanto a maquiavelismo se refiere.
Y a quienes le describen como un «vaticanista», un tipo curil, la verdad es que para ello le «manca fineza» como diría cualquier italiano. Lo que sí es cierto es que es capaz de envolver hasta los más listos con sus ademanes sinuosos. La vicepresidente Sáenz de Santamaría es un ejemplo.
En cualquier caso en este drama que se está viviendo en Cataluña el copyright también le pertenece además de a Puigdmeont y a tantos otros a Oriol Junqueras que ya se debe de estar frotando las manos pensando que si sigue jugando bien sus cartas puede convertirse en el Muy Honorable President de la Generalitat. Salvo, claro está, que la Justicia diga lo contrario.
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