Con esa ocasión visitaremos los cementerios, muchos podremos flores en las tumbas de nuestros familiares y amigos como expresión del amor y estima hacia ellos y sobretodo, haremos oraciones por su bien.
El 1º de noviembre a Iglesia celebra fiesta solemne por todos aquellos difuntos que, habiendo superado el purgatorio, se han santificado totalmente, han obtenido la visión beatífica y gozan de la vida eterna en la presencia de Dios. Por eso es el día de «todos los santos». No se festeja sólo en honor a los beatos o santos que están en la lista de los canonizados y por los que la Iglesia celebra en un día especial del año; se celebra también en honor a todos los que no están canonizados pero viven afortunadamente ya en la presencia de Dios.
Para toda la Iglesia es una gran celebración y para nosotros es una gran oportunidad de agradecer todos los beneficios, todas las gracias que Dios ha derramado en personas que han vivido en esta tierra y que han sido como nosotros, con las mismas debilidades, y con las fortalezas que vienen del mismo Dios.
Esa jornada es un buen día para reflexionar todo el bien espiritual y material que por intercesión de los santos hemos obtenido y tenemos hasta el día de hoy, pues los santos que desearon la Gloria de Dios desde aquí en la tierra lo siguen deseando en la visión beatifica, y comparten el mismo deseo de Nuestro Señor Jesucristo de que todos los hombres se salven, que todos los hombres glorifiquen a Nuestro Señor.
Celebremos con gozo este día, y pidámosle a Dios Nuestro Señor nos conceda disfrutar en esta tierra de la protección de sus santos y que un día nos conceda estar con ellos para glorificarlo en su eternidad.
Al día siguiente, el día 2, rezamos por los difuntos que no están aun en el cielo, pero haciendo nosotros oraciones y actos de caridad por ellos, les ayudaos a ir justamente a la vida eterna junto a Dios. La Conmemoración de los Fieles Difuntos tiene como objetivo orar por aquellos fieles que han acabado su vida terrena y manifestarles nuestro amor, afecto y estima.
En ese día son los cristianos que nos han precedido con el signo de la fe los que motivan nuestros rezos. Cuando una persona muere, quizá haya quedado un rastro de pecado ya no es capaz de hacer nada para ganar el cielo; sin embargo, los vivos sí podemos ofrecer nuestras obras para que el difunto alcance la salvación. Con las buenas obras y la oración se puede ayudar a los seres queridos a conseguir el perdón y la purificación de sus pecados para poder participar de la gloria de Dios. Debido a las numerosas actividades de la vida diaria, las personas muchas veces no tienen tiempo ni de atender a los que viven con ellos, y es muy fácil que se olviden de lo provechoso que puede ser la oración por los fieles difuntos. Debido a esto, la Iglesia ha querido instituir un día, el 2 de noviembre, que se dedique especialmente a la oración por aquellas almas que han dejado la tierra y aún no llegan al cielo
En la Iglesia Católica, para esta celebración se recita el Oficio de Difuntos y las Misas son de Réquiem. En España, Portugal y América Latina es tradición que los sacerdotes celebren tres misas ese día.
La tradición de asistir al cementerio para rezar por las almas de quienes ya abandonaron este mundo está acompañada de un profundo sentimiento de devoción, donde se tiene la convicción de que el ser querido que se marchó pasará a una mejor vida, etc., sin ningún tipo de dolencia, como sucede con los seres terrenales.
El cementerio, en estos dos primeros días del mes de noviembre, se convierte en una inmensa plaza pública donde asoman las más inusitadas manifestaciones y los más grandes encuentros entre vivos y difuntos.
Que estos días, pues, sea expresión de amor a nuestros precedentes y nuestras obras lo demuestren.
Sin comentarios
Para comentar es necesario estar registrado en Periódico de Ibiza y Formentera
De momento no hay comentarios.