En mi artículo de la semana pasada invitaba a hacer uso habitualmente, en nuestra vida de cristianos, del Rosario, una buena oración mariana que nos conduce a Jesús. Dado que el jueves de esta semana tenemos en España y en América la fiesta de la Virgen del Pilar, quiero compartir con vosotros, estimados amigos y lectores, algunos detalles de este título de la Virgen María, de forma que ello nos ayude a tener una devoción cada vez más clara y fuerte a la Madre de Jesús, convertida en Madre espiritual nuestra.
Con el título del Pilar la Virgen María tiene un gran patrocinio en España: es Patrona de toda España, La Virgen del Pilar, asume los patronazgos de la ciudad de Zaragoza, del Reino de Aragón, de la Hispanidad, de la Guardia Civil, entre muchos otros. Nosotros, en nuestra Diócesis celebramos esta fiesta en diversas parroquias y muy especialmente en la Parroquia de la Virgen del Pilar de La Mola, en Formentera, participando allí los miembros de la Guardia Civil, además de las autoridades y los fieles.
A la Virgen María Jesús le encargó desde la Cruz que fuera madre de la humanidad y Ella desde entonces lo cumple de forma adorable y eficaz. Nos cuenta el Libro de los Hechos de los Apóstoles que se reunía con los apóstoles y les animaba al rezo, a la celebración de la Misa, a la comunión, a la oración. Y otro hecho importante y eficaz es el que la tradición nos cuenta con su intervención en España, ayudando a Santiago en su misión evangelizadora aquí y la fiesta de esto es precisamente la fiesta del Pilar.
Según una venerada tradición, la Santísima Virgen María se manifestó en Zaragoza sobre una columna o pilar, signo visible de su presencia. La tradición, tal como ha surgido de unos documentos del siglo XIII que se conservan en la catedral de Zaragoza, se remonta a la época inmediatamente posterior a la Ascensión de Jesucristo, cuando los apóstoles, fortalecidos con el Espíritu Santo, predicaban el Evangelio. Se dice que, por entonces (40 AD), el Apóstol Santiago el Mayor, hermano de San Juan e hijo de Zebedeo, predicaba en España. Aquellas tierras no habían recibido el evangelio, por lo que se encontraban atadas al paganismo. Santiago obtuvo la bendición de la Santísima Virgen para su misión.
Los documentos dicen textualmente que Santiago, «pasando por Asturias, llegó con sus nuevos discípulos a través de Galicia y de Castilla, hasta Aragón, el territorio que se llamaba Celtiberia, donde está situada la ciudad de Zaragoza, en las riberas del Ebro. Allí predicó Santiago muchos días y, entre los muchos convertidos eligió como acompañantes a ocho hombres, con los cuales trataba de día del reino de Dios, y por la noche, recorría las riberas para tomar algún descanso».
En la noche del 2 de enero del año 40, Santiago se encontraba con sus discípulos junto al río Ebro cuando «oyó voces de ángeles que cantaban Ave, María, gratia plena y vio aparecer a la Virgen Madre de Cristo, de pie sobre un pilar de mármol». La Santísima Virgen, que aún vivía en carne mortal, le pidió al Apóstol que se le construyese allí una iglesia, con el altar en torno al pilar donde estaba de pie y prometió que «permanecerá este sitio hasta el fin de los tiempos para que la virtud de Dios obre portentos y maravillas por mi intercesión con aquellos que en sus necesidades imploren mi patrocinio». Desapareció la Virgen y quedó ahí el pilar. El Apóstol Santiago y los ocho testigos del prodigio comenzaron inmediatamente a edificar una iglesia en aquel sitio y, con el concurso de los conversos, la obra se puso en marcha con rapidez. Pero antes que estuviese terminada la Iglesia, Santiago ordenó presbítero a uno de sus discípulos para servicio de la misma, la consagró y le dio el título de Santa María del Pilar, antes de regresarse a Judea. Esta fue la primera iglesia dedicada en honor a la Virgen Santísima.
Que esta fiesta, que nos presenta una actuación más de la Virgen María a favor nuestro haga crecer nuestro amor hacia ella y la acogida de su ayuda para ser cada vez mejores cristianos, mejores discípulos de Jesús e hijos espirituales de María.
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