Hemos de ser, pues, evangelizadores en nuestras familias, en nuestros trabajos, en nuestros pueblos, en nuestros ambientes de amistad, etc., y evangelizar con un buen entusiasmo, no por imposición sino por ayuda y hacer el bien. Se trata de evangelizar, de emprender de nuevo el camino evangelizador de nuestra sociedad con nuevas energías, con nuevo entusiasmo. Por ello debemos mirar el mundo y las personas concretas que tenemos delante.
Desde la fe, nos dice el Plan de la Conferencia Episcopal, «tenemos que reconocer con dolor que hay en él ciertamente elementos negativos, contrarios a la voluntad de Dios y a las enseñanzas de Jesús». El Plan Pastoral de la Conferencia los va enumerando: poca valoración social de la religión, exaltación de la libertad y del bienestar material, predominio de una cultura secularista, subjetivismo, relativismo, cultura del «todo vale», poco sentido de la responsabilidad etc.
Pero vemos también muchas más realidades positivas que Dios, con su gracia y la acción del Espíritu Santo, hacen crecer en el corazón de los hombres. No podemos dejarnos dominar por el pesimismo, sería pecar contra la confianza en Dios. « ¡No nos dejemos robar la esperanza!» (EG 86). 15.- Merece la pena trascribir aquí algunos párrafos de un número largo del Plan Pastoral de la Conferencia Episcopal Española. Los transcribo convencido de que nos pueden ayudar a salir de nuestra natural comodidad, de nuestras experiencias negativas, de nuestros cansancios, etc., que nos retraen en nuestro interior para poder emprender de nuevo el camino e implicarnos más y mejor en la tarea de la evangelización: «La razón fundamental y decisiva para nuestra esperanza es la fidelidad y el amor de Dios. Él quiere que todos los hombres se salven y lleguen a la felicidad de su gloria (cf. 1Tim 2, 4). Él es el principal protagonista de la historia de la salvación: Jesús. Jesús resucitado «constituido Hijo de Dios en poder” (Rom 1, 4), despliega en el mundo el poder de Dios con la difusión del Espíritu Santo para gloria de Dios y salvación de todos los hombres. Jesús es el primero y el más grande evangelizador (cf. EG 12). Él despierta en los corazones de sus fieles los deseos y las disposiciones necesarias para que podamos llevar a cabo su obra redentora (cf. Mt 28, 18-20). […] Tenemos la seguridad de que Jesús ha vencido al mundo; sabemos que Él, con la acción del Espíritu Santo, llega a los corazones de los hombres antes de que nosotros podamos pensar en ello. Esta fe es la razón suprema de nuestra confianza […] Dios no cesa de actuar en el mundo para el bien de sus hijos […] Poco a poco, a partir de las antiguas instituciones renovadas y de las nuevas realidades con las que el Señor enriquece y fecunda a su Iglesia, han de surgir iniciativas audaces y creativas que abran nuevos caminos de evangelización y de vida cristiana en la sociedad española» (paginas 28-32).
Acogiendo eso, prestemos ese buen servicio de la evangelización a nuestras Islas de Ibiza y Formentera, que hace ya casi ocho siglos volvieron a ser cristianas y es responsabilidad de los que ahora vivimos aquí que lo sigan siendo y lo pasemos a los que vendrán detrás de nosotros.
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