Ellos mismos admitieron que la ecotasa es un mecanismo recaudatorio, no disuasorio, aunque si siguen subiéndola es más que probable que disuada a cientos de miles de turistas que se van muy descontentos de Baleares. Y cuando ello ocurra, concurrirán otras circunstancias que nos restarán masa turística, con lo cual no es descartable que el batacazo sea histórico.

Claro que entonces ya no afectará al Pacto, que perderá las elecciones en la primera cita, pues si no me equivoco, para el año 2020 los mercados orientales volverán a ponerse en sintonía. Este mismo verano, los operadores turísticos británicos y alemanes ya han potenciado los hoteles de Turquía, Corfú y algunos otros destinos minoritarios. Rusia por su parte ha vuelto a dirigir su mirada al mar Rojo, donde incluso Arabia Saudí está abriéndose al turismo de lujo. La gran masa de rusos ha optado por Tailandia, un país sólido y exótico. De momento no nos hacen daño, porque sobran europeos que no encuentran un destino seguro en el Mediterráneo. Pero no siempre será así y el archipiélago balear se ha creado demasiados enemigos y descontentos.

Todo esto es sabido, pero no parece pesar en el ánimo de los diseñadores de ecotasas y otras mandangas que complementan su máquina de recaudar. La temporada 2017 ha sido el banco de pruebas y todo parece demostrar la eficacia recaudatoria de la ecotasa. Es tan elevada su autoestima que ya han decidido subirla, doblarla por lo menos y aplicarla a todos los visitantes de los cruceros. Dos decisiones polémicas, por su propio peso específico, pero también por los posibles efectos en el futuro inmediato. Baleares es un grande del turismo, pero nunca está asegurada la plena ocupación.
@MarianoPlanells