En cierta ocasión califiqué en Palma de forastero a un conocido no mallorquín y fue inmediatamente corregido: se me hizo saber que no se trataba de un forastero sino de un «peninsular» por cuanto estaba casado con una mallorquina. En mi peculiar isla natal distinguimos entre «mallorquins, peninsulars, forasters, estrangers y murcianos», por este orden de calidad. Para una isla turística y supuestamente cosmopolita, la cosa da qué pensar.
Cuando Robert Graves le consultó a Gertrude Stein la conveniencia de ir a vivir a Mallorca ella le aconsejó que sólo lo hiciera siempre que fuera «capaz de soportar el Paraíso»; creo que no se expresó bien; debería haber dicho «capaz de soportar a los nativos del Paraíso» y, si no, que se lo hubieran dicho en su día a George Sand. Precisamente «Soportando el paraíso» es uno de los relatos magistrales que mi amigo y compañero de colegio Carlos García Delgado (Calatayud, 1944) ha incluido en su último libro, titulado
«Así fue» y subtitulado «Relatos del sin porqué». Me lo regaló el otro día en Palma con una dedicatoria tan generosa como desaforada porque me califica de coautor cuando apenas me limité a sugerirle alternativas menores y de forma a algunos de los textos que me sometió. Carlos no es profesor de literatura ni licenciado en Filosofía y Letras sino arquitecto y doctor ingeniero industrial, pero su libro «Queridos mallorquines», publicado en 1995, lleva vendidos cerca de 200.000 ejemplares y ha sido traducido al inglés y al alemán.
El Leitmotiv aparente de los relatos que comento es la irrupción de un acontecimiento extraordinario e inexplicable en un contexto cotidiano: tal acontecimiento no puede atribuirse a coincidencias extraordinarias ni a caprichos del azar y eso es precisamente lo que traslada al lector a territorios de mundos paralelos que irrumpen de matute en el nuestro de realidades «científicas». Lo más notable es la maestría estilística con la que el narrador encaja lo extraordinario en lo prosaico sin efectismos espectaculares. Sin embargo, yo detecto como auténtico Leitmotiv un amor ilimitado a la isla y a su singularidad. Aún así, el único relato que el autor declara imaginado y no real es el que me parece más conmovedor y emocionante: trata del paso del tiempo en forma de esos almuerzos periódicos de los componentes de un curso o promoción, algo que he procurado evitar sistemáticamente para no verme reflejado en la inevitable decadencia física de compañeros a los que he preferido recordar en la plenitud de su esplendor juvenil.
Si se exceptúa la poesía, el relato breve es el género literario que me parece más difícil de dominar y tal vez por esto, me han fascinado los de Carlos. Recomiendo vivamente su lectura (Editorial la Foradada, 2016) a quienes apreciaron alguna vez los relatos desconcertantes de Saki y a todos aquellos que quieran descubrir una Mallorca diametralmente opuesta a su imagen tópica.
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