Pero ¿dónde no mandan ellas? Nos hacen creer a los vanidosos zánganos que somos la sal de la tierra, pero luego hacen y deshacen a su antojo. (Aunque lo de zángano no va por Abel, quien gusta recordar otra metáfora animalesca: boquerón que se duerme, se lo lleva la corriente).
Pese a los masculinos mitos seductores, resulta casi imposible engañarlas. Nos acunaron en sus brazos cuando no sabíamos hablar y por tanto saben leer en nuestros ojos con toda claridad. El que a veces accedan a nuestros deseos y caprichos solo se entiende desde una amantísima generosidad. Y además tienen el sexto sentido mucho más desarrollado. El misterioso instinto femenino acostumbra a ser infalible y más útil que cualquier razonamiento. Por eso se asocia tanto a la magia y causa temor-odio a los fanáticos.
Como sabían Heráclito y los taoístas, el mundo es ondulante, voluble y discordante porque es de naturaleza femenina. La inmovilidad suele ser una paja mental patriarcal promovida por Parménides y algunos pastores del desierto semita.
Ibiza y Formentera siempre han sido un matriarcado. Las murallas de Vila fueron tomadas por Guillem de Montgrí gracias a una oportuna cana al aire y el consecuente ataque de cuernos.
Ya lo dijo Mark Twain: Para Adán, el paraíso está donde se encuentra Eva.
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