Es cierto que cada uno vivimos día a día nuestra fe y nuestra misión en nuestra parroquia, en otras comunidades eclesiales, movimientos o asociaciones; pero más allá de todas ellas, todos formamos parte de la Iglesia diocesana: las distintas parroquias, comunidades eclesiales, movimientos son como células de un gran cuerpo, de una gran familia -la Diócesis-, en cuya vida y misión han de estar insertadas si quieren seguir estando vivas y ser eclesiales.
La Diócesis es, pues, nuestra gran familia de todos los cristianos católicos; así la debemos sentir para poder amarla, también con sus arrugas causadas por los pecados de cuantos la formamos. En una familia humana, cuando alguien la siente como suya, en ella se siente en casa, la quiere y se implica en su vida; sabe que su buena salud depende de todos y de cada uno de sus miembros, y que todos se benefician de ello. Así debe ocurrir con nuestra Iglesia diocesana: ningún cristiano católico puede considerarse extraño en la gran familia de su Iglesia diocesana, ni situarse al margen o en contra de ella; lo que ocurre en ella nos afecta a todos y no nos puede ser indiferente.
En la Iglesia diocesana todos somos responsables; es algo que nace de nuestro Bautismo. Todos hemos de sentirnos responsables y colaborar en su vida y misión, cada uno según la vocación y el ministerio recibido: en el anuncio de la Palabra de Dios, en la celebración de la Liturgia y en el compromiso de la caridad. La vida y la misión de nuestra Iglesia diocesana descansa en Dios mismo: El es quien la sostiene por medio de Jesucristo, que la convoca, preside y vivifica por la fuerza del Espíritu Santo. Pero el Señor Resucitado ha puesto la tarea ingente de la evangelización en manos de los Apóstoles, y, a través de ellos, de su Iglesia, de todos los cristianos.
Nuestra Iglesia diocesana para llevar a cabo su misión necesita de la colaboración de todos sus miembros. Esta colaboración tiene distintas formas: la vida personal, matrimonial y familiar coherente con la propia fe, la implicación en la vida y tareas de la Iglesia, de la parroquia y de los grupos, y también la aportación económica; la Iglesia, que no es de este mundo pero está en el mundo, necesita recursos económicos para poder llevar a cabo su misión. Muchas son las necesidades de nuestra Iglesia para seguir haciendo el bien: para la ayuda espiritual y humana de tantas personas, para el anuncio de la Palabra, para la formación, para el culto, para la conservación de templos y casas abadías, para la construcción de nuevos templos y complejos parroquiales, para la atención de numerosos servicios caritativos y sociales, para la remuneración de los sacerdotes, religiosos y seglares, para las actividades pastorales para adultos, jóvenes y niños, la evangelización y la ayuda al Tercer Mundo.
Muchas son las necesidades y nuestra Iglesia diocesana se financia desde siempre con la ayuda de sus fieles: a través de sus aportaciones periódicas, donaciones, colectas o de la X en favor de la Iglesia en la declaración de la renta. Tengamos en cuenta que "ahora tus donativos desgravan más", por el cambio en la deducción por donaciones. Todo católico ha de ayudar a su Iglesia en sus necesidades. No lo olvides en la colecta del Día de la Iglesia Diocesana. En nombre de tu Iglesia, muchas gracias por tu generosa aportación.
Sin comentarios
Para comentar es necesario estar registrado en Periódico de Ibiza y Formentera
De momento no hay comentarios.