Qué tiempos aquellos en los que uno iba al restaurante y le llenaban el plato hasta el borde del mismo o como cuando se llegaba a casa y se las iba dando contra todos los muebles que abarrotaban el espacio a más no poder. Sin embargo ahora, yo no sé qué pasa en estos tiempos en los que parece que prima mas aquello que es menos. Con eso que se nos vende ahora, de que la calidad es mejor que la cantidad, nos las vemos y nos las deseamos para que en el restaurante la vajilla no sea cada vez más grande, y lo que se nos sirve vaya en el sentido opuesto. Incluso en las viviendas ya no existen aquellas ingentes cantidades de mobiliario que antes había. Qué tiempos tan ceremoniosos aquellos en los que uno entraba en el salón; aquel espacio, todo hay que decirlo, tan misterioso y con olor a cerrado, porque salvo en navidad y algún que otro evento, este era cuando se abría a la familia, de igual forma sobria, que si fuera la apertura del año santo compostelano, encontrándoselo uno abarrotado de sillas, sofás, librerías, lámparas de cristal que cubrían el techo y ni que decir tienen las alfombras que cubrían los suelos tan bien encerados o las cortinas que ocultaban de la luz el misterio del porqué de tanto mueble en una sala que nunca se usaba. Y lo mismo para el resto de la casa. ¡Venga muebles! Ahora, si me apuran con un sofá, una tele achaparrada ,de tamaño desproporcionado e inversamente opuesto a la falta de señales inteligentes que emite esta y si me apuran, algún que otro lienzo, por supuesto minimalista; cubren la superficie del espacio vital en el que se ha convertido nuestro hogar, cuyo denominativo tal vez también resulte pretencioso llamar por mi parte de esta forma, dado el tamaño actual de algunas viviendas que se venden por su puesto como minimalistas a precios maximalistas y si me apuran barrocos por eso de representar la monumentalidad y la grandeza de las cosas, en este caso la miseria concentrada en unos metros cuadrados. Pues ya ven: hubo un tiempo en el que la familia se reunía en torno a un salón bien espacioso y nutrido de enseres y vituallas hasta reventar, en fines de semana y días señalados, pero ahora el elemento unificador de las mismas es el wifi que sale de las ADSL'S de la mayoría de hogares de nuestro país. Por minimalismo, ya hasta los reyes magos de la cabalgata de Madrid salen vestidos de pimpinelas escarlatas al más puro estilo de Agata Ruíz de la Prada. Y en eso estará la tendencia del minimalismo tan arraigada en nuestra sociedad que uno acaba por entender porqué para algunos el trabajo, cuanto más minimalista, y breve la jornada, mejor que mejor, y ya puestos a ponernos en el escenario actual de la política, qué duda cabe que el minimalismo también es la tendencia que mejor saben llevar algunos políticos cuyos intentos frustrados de gobierno debidos a la falta de acuerdo, producen gobiernos minimalistas en el tiempo y hasta en los escaños, porque se ha dado el ejemplo que grupos parlamentarios en minoría quieren formar gobiernos como si hubieran ganado ellos mismo las elecciones. Es lo que ocurre cuando se tienen cerebros minimalistas, que últimamente de esto abunda en nuestro país. Lo dicho, pues: que el minimalismo está de moda, está muy en forma y hasta tiene lema; y si no, voy, y minimalisticamente, me lo invento y aquí no «passa ná». ¡Viva el minimalismo al poder! Pero a mí; por favor: llénenme el plato hasta arriba.
OPINIÓN | Enrique Moreno Torres
Viva el minimalismo
Eivissa30/10/16 0:00
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