Corría el 77 por aquella España de pasado rancio y eran fechas en las que emergía lentamente de su letargo con alguna que otra pincelada de color, de vez en cuando aquí y allá. Igual que si esta fuera un cuaderno para colorear, entregada a unos niños para que se fueran entreteniendo. Y entre ellos, uno grande, Antonio Mercero, que dirigió precisamente la película cuyo título fue el mismo que da pié a mi relato: la guerra de papá, basada en la novela de otro más grande aun, Miguel Delibes, cuyo relato se escribió bajo el título de «El príncipe destronado». Está claro que cuando se unen dos grandes, salen cosas grandes y también lo está, que cuando se unen los pequeños, salen cosas; pues eso: pequeñas. Y si no opinan lo mismo que yo, vayan preguntando se que es lo que ocurre cuando en un partido político grande, como el Psoe le ponen de papa secretario a alguien pequeño. Pues eso: que el partido acaba por empequeñecerse. Así pues la guerra de papá, o la guerra interna del Psoe - llamen la como quieran- forma parte de la historia de todos los que siempre nos encontramos en estado de guerra. Y también imagino que forma parte de todos aquellos que siendo o no padres, acabamos como dice el refrán, comiendo huevos. Pues en eso mismo están ahora en la sede de Ferráz.
Para aquellos que no saben de qué va la película les informare que el protagonista es un niño muy tierno; diríase de rostro angelical, que se pasa la vida dando por saco al resto de la familia con tal de llamar la atención, y en especial dándole el día a su padre, hombre trabajador donde los haya aunque no se entere ni del Nodo ni de nada. Ya ven: justa semejanza con lo que pasa en el Psoe, en donde su hijo prodigo no ha parado de dar por saco hasta que al final lo han tenido que poner de cara a la pared. La similitud del Psoe con el flim, la guerra de papá lo es tanto, que ni Delibes hubiera podido predecir tanto desaliñe, pues nadie sería capaz de tomarse tan personalmente una afrenta insalvable como ha sido la del no es no, en la que su autor, enfant terrible donde los haya, ha protagonizado en su afán de llamar la atención, todo tipo de actos en su mayoría desacertados, y cuyas consecuencias ya se hicieran visibles por su renuncia forzada la semana pasada, tras haberse enrocado en su palacio y del que debió ser desalojado por su propia familia, ya harta de tanta pataleta.
Y lo peor del caso, no es que solamente se apropiara de unas siglas, sino también del propio rol del padre, algo que nadie hasta la fecha osó jamás hacer en el partido. Eso es lo que ocurre cuando se elige a alguien sin contrastar antes su currículo; y hay que decir que el currículo del enfant terrible Pedro Sánchez, tenía de todo menos el de militante a ultranza del propio partido que lo voto entre realmente buenos candidatos, si bien, esto ya pasó en otro anterior congreso en el que entre dos grandes elegibles, José Bono y Rosa Díez, acabaron por votar a un tal Zapatero, simplemente por el hecho de ser un desconocido. Cuándo aprenderán los partidos, y en concreto, hoy por hoy el Psoe, protagonista de esta película, que los mejores líderes provienen de las bases, siempre fieles del partido, porque han mamado disciplina y están acostumbrados a obedecer lo que los órganos de poder del partido le dictan en su mayoría. Pues bien. Lo contrario a esto ya lo saben: La guerra de papá. Ya lo adelantó Miguel Delibes en su «Príncipe destronado».
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