Cuando un antiguo banderillero de Juan Belmonte fue nombrado gobernador civil de Málaga tras la guerra civil, otro de la cuadrilla le preguntó al maestro cómo era posible pasar de banderillero a gobernador civil. La respuesta del torero sevillano fue concisa: «¡Degenerando!». Pasa lo mismo con una institución de tanto raigambre hispano como la tertulia: la presencia de muchos contertulios sólo puede explicarse mediante un proceso de degeneración que casi invariablemente convierte en jaulas de grillos y manuales de mala educación lo que deberían ser coloquios amigables y respetuosos. Sucede además que hoy no hay tertulia que se precie que no tenga su tonto de guardia y eso es, más que una opinión, un hecho contrastable. Su paradigma es un político del PSOE llamado Antonio Miguel Carmona, capaz de defender una cosa y su contraria según sea en aquel momento la línea de su partido; otro tonto de guardia inevitable es un periodista muy campanudo llamado Carmelo E. que va de equidistante mientras ondea sin pudor y a cada paso un plumero de inconfundible color rojizo.
OPINIÓN | Melitón Cardona. Diplomático jubilado
El tonto de guardia
21/08/16 0:00
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