OPINIÓN | Enrique Moreno Torres
Master Chef: la nouvelle justice
Yo no sé qué tendrá la justicia que cuando escuchas hablar a la gente sobre ella, te da la impresión de que tiene más hermanas que las Hurtado, que eran un porrón, y que cada una de ellas iba por libre y hacía y deshacía a gusto y conveniencia, y eso, cuando no hablaban todas ala vez, y no las entendía ni el Tato. Lo que está claro es que la justicia es relativa, tanto, que ríanse de la teoría de la relatividad de Einstein, que no hay demonio que la entienda, a pesar de que todo el mundo diga que está muy bien y que es muy importante, y luego haya otros que la pongan en duda y si realmente sirve para algo; y aquí me estoy refiriendo a la justicia. El problema de la mala fama de la misma reside en cuestiones como cuando te enteras que un juez deja libre a un hombre con un historial de treinta detenciones, o cuando deja suelto a un maltratador, a pesar las muchas pruebas que pueda haber en su contra.En estos casos es cuando te planteas la injusticia de la justicia. Sin embargo no nos equivoquemos de objetivo. Al igual que la teoría de la relatividad tiene su sentido y que su artífice pudo haberse equivocado o haber tomado otras decisiones con respecto a ella; la justicia también lo tiene en este último término.Es susceptible de ser errónea precisamente porque en su caso, los actores que la interpretan, lo pueden hacer con diferentes teorías - léase interpretaciones- de la misma, y ahí radica el problema. Habría que ver, que le hubiera pasado al ladronzuelo mangante al que dejaron en libertad, si hubiera caído en manos de otro juez, y con otra teoría interpretativa. Pero esa es la grandeza de la justicia y a la vez su miseria. Que dependiendo de la suerte de baras que te toque vas para un lado o vas para el otro. Y lo cachondo del asunto es que a pesar de los manuales que existen- entiéndanse todos los códigos. Civil, penal etc.-, todos ellos numerados de la a a la z, lo que al final cuenta es la interpretación que haga el juez o la jueza de los mismos. A esto, en términos leguleyos se le llama suerte de baras, y en términos populares: "la justicia en un cachondeo", como atribuyera en su día un ex alcalde de Jerez.
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