Pero en este domingo, además, los católicos aún expresando su estima por todas las vocaciones, con ocasión de esta Jornada Mundial, centramos nuestra atención, nuestros deseos y nuestras oraciones particularmente en las vocaciones consagradas: a los ministerios ordenados (presbiterado y diaconado); a la vida consagrada en todas sus formas (masculina y femenina, contemplativa y apostólica); a las sociedades de vida apostólica y a los institutos seculares en la variedad de sus funciones y de sus asociados; a la vida misionera, en el sentido concreto de misión «ad gentes».
En determinados ambientes hay una penuria de vocaciones al sacerdocio y a la vida religiosa. Entre los motivos de ello podemos señalar la disminución de nacimientos, la pérdida de valores morales, el abandono de la fe y de las prácticas religiosas, el avance del materialismo, del consumismo, del hedonismo, etc. En un ambiente así es difícil que florezcan las vocaciones. Y es malo que en el mundo falten las vocaciones. Ya nos lo decía el mismo Jesucristo: «Viendo las multitudes, tuvo compasión de ellas, porque estaban angustiadas y abatidas como ovejas que no tienen pastor. Entonces dijo a sus discípulos: La mies es mucha, pero los obreros pocos. Por tanto, rogad al Señor de la mies que envíe obreros a su mies» (Mt 9, 336-38)
En 1963 el Papa Pablo VI designó la fiesta del Buen Pastor como la Jornada Mundial de Ora- ción por las Vocaciones. Y desde entonces, cada año el Papa nos da un mensaje ala respecto. En este día, de una forma más fuerte, que cada uno de nosotros, individual y comunitariamente recemos por los jóvenes para que oigan su llamado a una vocación y que respondan con valentía. Recemos para que los padres y familias alienten a sus hijos a estar abiertos a un posible llamado a la vida religiosa y al sacerdocio. Recemos para que los hombres y mujeres que respondan a la llamada lo hagan con alegría y tengan familiares son llamados a la vida consagrada y al sacerdocio. Recemos para que contesten a la llamada a ser pastores para hacer mejor el mundo de hoy. La oración por las vocaciones tiene que ser algo ordinario, frecuente, normal, sea a nivel personal como a nivel comunitario en cada parroquia, en cada comunidad. Y como nos enseña un antiguo refrán español: «A Dios rogando y con el mazo dando», junto con nuestra oración por esa causa, nuestro compromiso y acción para favorecerla. Cada comunidad cristiana, y principalmente las familias cristianas tienen que cumplir ese compromiso, como nos enseña el Concilio Vati- cano II: «El deber de fomentar las vocaciones pertenece a toda la comunidad de los fieles, que debe procurarlo, ante todo, con una vida totalmente cristiana; ayudan a esto, sobre todo, las familias, que, llenas de espíritu de fe, de caridad y de piedad, son como el primer seminario, y las parroquias de cuya vida fecunda participan los mismos adolescentes.
Los maestros y todos los que de algún modo se consagran a la educación de los niños y de los jóvenes, y, sobre todo, las asociaciones católicas, procuren cultivar a los adolescentes que se les han confiado, de forma que éstos puedan sentir y seguir con buen ánimo la vocación divina» (Optatam titius, 2).
Este año, Año Jubilar de la Misericordia, el Papa Francisco, en el Mensaje para esta Jornada nos ha puesto el lema: «La Iglesia, madre de las vocaciones». En el texto, el Santo Padre recuerda que cada vocación nace y crece en la Iglesia, y es sostenida por ella a través de la oración y el acompañamiento, especialmente de los sacerdotes. Para ello, el Pontífice propone una oración para pedir al Señor «Padre de misericordia, que has entregado a tu Hijo por nuestra salvación y nos sostienes continuamente con los dones de tu Espíritu, concédenos comunidades cristianas vivas, fervorosas y alegres, que sean fuentes de vida fraterna y que despierten entre los jóvenes el deseo de consagrarse a Ti y a la evangelización.
Sostenlas en el empeño de proponer a los jóvenes una adecuada catequesis vocacional y caminos de especial consagración. Dales sabiduría para el necesario discernimiento de las vocaciones de modo que en todo brille la grandeza de tu amor misericordioso. Que María, Madre y educadora de Jesús, interceda por cada una de las comunidades cristianas, para que, hechas fecundas por el Espíritu Santo, sean fuente de auténticas vocaciones al servicio del pueblo santo de Dios».
Que en Ibiza y Formentera vayamos así, promovamos las vocaciones con nuestra oración y nuestro testimonio y haremos un bien grande y único a nuestra sociedad.
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