Todos los católicos pertenecemos a una diócesis, a una gran familia compuesta de todas las familias de las parroquias; no debemos mirar la diócesis como si fuera sólo una organización o una estructura sino una gran familia de la que somos parte. Lo que sea la diócesis: su vitalidad, sus acciones, sus obras de caridad, de evangelización, de verdadero progreso y mejora del mundo depende de lo que hagamos y aportemos cada uno de los que formamos parte de la misma. Cada uno tiene que sentir que la Diócesis es algo propio, que no es indiferente, que se siente movido por sus actividades, por su marcha, por su vida, por su misión.
Mirando nuestra Diócesis en Ibiza y Formentera hay tantos servicios a favor de todos: colegios, atención a ancianos y enfermos, actividades para jóvenes, para familias, protección de los bienes de interés cultural, formación humana y cristiana y, naturalmente, la práctica de los Sacramentos.
Para poder estar cerca de todos, para ser sembradora de esperanza, de caridad, para hacer viva y presente la presencia de Dios en el mundo y que las personas que estamos aquí acojamos a Dios y sus enseñanzas, la Diócesis actúa. Con la vida y acción de la Diócesis se ve el amor que Dios nos tiene y eso nos hace responder a ese amor, amando como ama Dios y entonces haciendo un mundo mejor.
En estos momentos de profunda crisis económica, moral y espiritual, el acompañamiento y la ayuda a la Iglesia diocesana y a sus órganos son de gran esperanza para una sociedad dolorida. Son muchos -y cada día más- quienes se acercan buscando orientación o consuelo, ayuda material o espiritual. Los católicos tenemos que ser personas dispuestas a escuchar, a acompañar y a ayudar como expresión de nuestro compromiso creyente.
Para que quienes acuden a la Iglesia diocesana o a las parroquias buscando ayuda puedan encontrar en ella una respuesta adecuada, es necesario disponer de los medios precisos, sean personas, espacios físicos y económicos. La colaboración económica de los católicos y de los que valoran la labor de la Iglesia es indispensable. En estas circunstancias, nuestra colaboración es, más que nunca, expresión de nuestro compromiso eclesial. Todos tenemos que participar en la Iglesia y colaborar económicamente en su sostenimiento. Todos somos necesarios.
Que esta Jornada nos mueva a comprometernos más y mejor con la Diócesis. Toda ayuda, pequeña o grande será bienvenida y repercutirá en bien de todos. Las necesidades son con mucho mayores que las posibilidades. Tu Iglesia diocesana cuenta con tu compromiso personal en su vida y en su misión y cuentan con tu generosidad económica. Que esta Jornada nos mueva a todos a reflexionar sobre lo que hacemos y lo que podemos hacer a favor de la Diócesis y nuestras ayudas sean grandes, generosas, valientes.
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