Como en ocasiones nos comportamos como niños, nuestros ‘padres’ están en la obligación de enderezarnos. La cuestión está en qué metodología aplicar para conseguir resultados. En Eivissa desobedecer las normas de convivencia y de respeto hacia los demás se ha convertido en costumbre. Frente a la masificación estival, los encargados de velar por la seguridad y el orden público se ven desbordados y mantener un mínimo civismo escapa al control de las autoridades. Pero hay que buscar soluciones a esta encrucijada. No vale con hacer la vista gorda, lloriquear y pasarle la ‘patata’ al de enfrente. En lugares como Platja d’en Bossa, el West End de Sant Antoni o sa Penya, por poner varios ejemplos, parece que todo vale. Sobre todo en materia de limpieza y de respeto al prójimo. La mano dura no funciona. Es administrativamente ineficaz. Las multas y sanciones ‘leves’ no traspasan fronteras y al infractor le ‘resbala’ un tirón de orejas por parte de las fuerzas del orden.

Las administraciones de la isla, pues, deberían hacer frente común y, para empezar, aplicar medidas de prevención y promover campañas de sensibilización en puertos y aeropuertos, mediante folletos o incluso en páginas web de aerolíneas y touroperadores. Además, podrían instaurarse sistemas como los que se utilizan en países como Alemania, donde existen máquinas dispensadoras para depositar latas y botellas a cambio de unos céntimos. Instalar más y más efectivas papeleras, repartir bolsas de plástico en zonas conflictivas y concienciar sobre la importancia de respetar el entorno son algunas ideas que se pueden plantear. Como en la escuela o el hogar, quizá conviene actuar con refuerzos positivos en lugar del clásico castigo.