Fue la persona que impulsó definitivamente la reconversión de plazas turísticas para que las habitaciones fuesen más amplias. También promovió la eliminación de plazas ilegales. González Ortea fue, además, un brillante parlamentario. Cuando Matas fue elegido ministro, González Ortea fue su sustituto como jefe de la oposición del primer Govern de Antich.
Es difícil encontrar ahora mismo diputados con su oratoria y de otros parlamentarios como Gabriel Cañellas, Jeroni Saiz, Francesc Triay, Sebastià Serra, Cosme Vidal, Francesc Quetglas, Manuel Jaén Palacios o Ramon Orfila. De los que hay ahora, ninguno alcanza a los que acabo de citar ni a los tobillos. González Ortea era ingeniero de caminos, funcionario de carreteras, y conversar con él era un auténtico privilegio. Presumía de asturiano. Tenía la capacidad que tienen los políticos en retirada de adelantarse a los acontecimientos. También sabía que no podía, ni debía, interferir en el trabajo de los compañeros de partido que habían sido elegidos para dirigir el partido. Cuando contemplo la mediocridad generalizada de la clase política actual, la figura de González Ortea adquiere aún más importancia. A González Ortea no le hizo falta nunca ni escribir en twitter, ni insultar a oponentes políticos para destacar. Era capaz de defender sus ideas con brillantez y alcanzar acuerdos con otros partidos políticos si entendía que eran positivos para esta tierra. Reunía muchas de las cualidades de lo que, para mí, debería ser un representante político. Descanse en paz.
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