Lo reconozco, soy de los que se creen las encuestas hasta que la realidad no me demuestra lo contrario. Según la última elaborada por el Instituto de Estudios Sociales Avanzados (IBES), los ciudadanos del Archipiélago sitúan a los políticos y a los partidos como tercer problema de la Comunidad. Lo siento, pero a mi ese dato me escandaliza. Para mí lo fácil sería arrear a los propios políticos, es lo que me sale; pero a continuación hago memoria y pienso en la valoración que las propias encuestas dan a los periodistas, y siempre es demoledora. Creo en el periodismo y entiendo que la ciudadanía, como ente abstracto, al opinar sobre el oficio, se basa en clichés que nosotros mismos hemos alimentado. Por la misma razón, debo creer en los políticos, advirtiendo que la pésima opinión que tiene el pueblo sobre ellos también arraiga en estereotipos repetidos hasta la saciedad. ¿Qué últimamente se lo han ganado? Puede, pero ¿quienes? ¿Es justa la generalización? Creo que no. Por otra parte, afirmar que creo en la política pero no en los políticos me parece poco menos que una cursilería, y además sería injusto por el motivo ya expuesto. Me niego a pensar que la consellera Pepa Costa, ‘Agustinet' o Gloria Santiago -por poner tres ejemplos diversos, y casi divergentes- representen un problema para esta sociedad. Por lo que sé de ellos, y de muchos otros, precisamente se empeñan en pensar soluciones que atañen a los que tienen a su alrededor.

Convendría recordar que del generalizado concepto de que los políticos solo sirven para estorbar han surgido auténticos monstruos en sociedades consideradas como avanzadas; y que del mantra «todos son iguales» surge una peligrosa desafección hacia la ‘cosa pública'.