Quisiera dar en este breve artículo una visión sobre como se suelen desarrollar los tratamientos psicológicos infanto-juveniles desde mi perspectiva psicodinámica.

Generalmente acuden unos padres preocupados, a petición propia, o por indicación de la escuela a solicitar ayuda de un psicólogo porque están surgiendo dificultades que no se pueden resolver.

En este sentido, el primer trabajo del psicólogo es acoger la demanda de la familia, y a partir de allí investigar aspectos históricos importantes, esencialmente del desarrollo del niño.

Después se procede a la realización de una serie de pruebas y test, que tratarán de poder dar una visión comprensiva del funcionamiento del niño, sin etiquetas, que lo definan no solo por sus síntomas sinó por su funcionamiento en diferentes áreas, niveles de conflicto...

Si la familia comprende está devolución de resultados y puede ponerla en relación con los síntomas que se han observado en el niño, entonces se trata de llegar al acuerdo sobre como trabajar todo esto que está pasando, la frecuencia de las sesiones, el coste... La duración del tratamiento es un punto delicado en tanto en cuanto es muy difícil de predecir dada la irreductible individualidad de cada niño.

En mi manera de trabajar, mí ética profesional me impide poder garantizar resultados, ni tampoco indicar con precisión cual será la duración del tratamiento, ya que, para mi no se trata de moldear en cada niño determinados hábitos y conductas que el profesional cree que son las adecuadas, o conseguir que los padres estén tranquilos. Es mucho más que eso, en el sentido de que el tratamiento debe promover un nivel de integración de funciones y de elaboración de los conflictos que permitan a este niño manejarse mejor con la vida y sus dificultades, pero a partir de lo que el ya es, no de lo que se le intenta modificar desde fuera.

En pocas palabras se trata de ayudar a madurar psicológicamente a nivel real a cada paciente.

La fase de tratamiento en el niño tiene que ver generalmente con el juego, y como los niños a través del juego escenifican, simbolizan y dramatizan las ansiedades y conflictos que están sufriendo, esto les ayuda a liberarse de ellas.

Por ello como material necesario usualmente se utiliza una caja de juego, con juguetes sencillos de diferente tipo, y una carpeta en la que el niño pueda guardar todo cuanto haga con papel.

Este material es única y exclusivamente del niño, y nadie a parte de la pareja terapeútica lo puede manipular.
Durante las sesiones van apareciendo temáticas, situaciones y conflictos que no habían aparecido en el momento inicial.

Se va trabajando también con los padres, cada mes -o mes y medio- sobre aquello que va apareciendo en las sesiones con el niño. Usualmente también suelen aparecer aspectos nuevos de los padres que hasta la fecha no habían aparecido, y que muchas veces son importantes en el surgimiento de la problemática del niño.

Si el tratamiento progresa adecuadamente (nunca es lineal, cursa con sus crisis, momentos de avance, momentos de estancamiento...) deben ir apareciendo mejoras tanto en el mundo interno del niño, como en la realidad externa.

El fin del tratamiento puede evolucionar de diferentes maneras. El más deseable es que este se produzca de común acuerdo cuando padres-niño- terapeuta consideran que la situación detectada en la evaluación, relacionada con el motivo inicial de consulta, se ha resuelto. No obstante pueden ocurrir otras muchas cosas: Terminar por iniciativa de los padres, justo cuando empiezan las mejoras, terminaciones cuando aquello que surge, también interpela a los padres sobre aspectos propios que se niegan a trabajar, terminar porque no se puede reconocer o constatar mejora alguna promovida por el tratamiento, abandono sin avisar al terapeuta...

Así, tras esta somera visión de como funciona un tratamiento psicológico infanto-juvenil desde la perspectiva dinàmica y relacional me despido.

Saludos a todos y hasta la próxima.

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