Cómo desde la posición de padres ayudamos a nuestros hijos a crecer como sujetos responsables de si mismos, con sus propias energías y herramientas para enfrentarse a la vida?
Me referiré en esta pequeña entrada en algo que va más allá de los cuidados físicos que son necesarios para que un hijo se desarrolle adecuadamente y que en la época actual ya suelen ser “archisabidos”.
Estoy tratando de delimitar, de cernir, algo que tiene que ver con la psicología profunda, y con la posibilidad de que los hijos se desarrollen como verdaderos sujetos, con su propio deseo, individualidad y destino -distinto del de los padres!-, algo fundamental para la felicidad de su proyecto vital.
Suele ocurrir que familiarmente, todo los conflictos -generalmente inconscientes- que tienen los padres sin resolver, afectan de una manera u otra a los hijos. Esto se manifiesta muy destacadamente en el tipo de vínculo y la modalidad relacional que los padres desarrollan con cada uno de sus hijos y especialmente, no dejando que el propio hij@ desarrolle plenamente su propia subjetividad e individualidad: imponiendo o coartando su propio deseo y moldeándolo con los deseos, frustraciones miedos y carencias de los padres. A menudo este proceso es muy sutil y difícilmente consciente, dado que tiene que ver con las sombras biográficas y los aspectos no integrados de los progenitores.
Posibilitar este desarrollo de la propia subjetividad requeriría por parte de los progenitores poder asumir que no se puede «controlar» el destino de los hijos, que no son «parte» o propiedad de uno mismo, sino que son individuos separados, que harán su propia vida y que cada vez van a depender en menor medida de sus padres y que van a tomar sus propias decisiones vitales, que pueden gustar a los padres, o NO.
La paternidad es una función, no un derecho de propiedad, y debe realizarse con la mayor responsabilidad posible, pero asumiendo que su adecuado desarrollo lleva a la emergencia de sujetos con sus propios valores y decisiones que no tienen porque coincidir con los de los padres.
Es muy importante poder transmitir la idea de «los padres no son los propietarios de sus hijos». Esta afirmación puede parecer muy aventurada e incluso arriesgada, pero si la pensamos desde la psicología del desarrollo está llena de sentido y evidencia. Responde a la idea que la paternidad y la crianza son procesos al servicio de la descendencia, de los hijos, para conseguir el máximo grado de individualidad y diferenciación de cada uno de ellos, lo cual significa que los hijos puedan desarrollar su potencial y su deseo como sujetos libres de imposiciones y de pretensiones de los padres.
Toda paternidad y crianza es un proceso que debe llevar de una mayor dependencia a una independencia progresiva, hasta el momento en el que los hijos puedan levantar el propio vuelo y construir su propio proyecto de vida. No siempre es sencillo para los padres poder tolerar los caminos y destinos cada vez más autónomos e independientes que toman los propios hijos, ya que a menudo les cargan de manera inconsciente de mandatos e imposiciones, para que de alguna manera los hijos puedan realizar o tener aquello que a ellos les faltó. Puede ser bienintencionado, pero es altamente nocivo.
Observando este fenómeno cuidadosamente somos conscientes que implica ya un no respetar la propia individualidad del hijo: no le podemos observar por lo que es o necesita (quizá distinto de lo que los padres son o necesitan) sino con el prisma de los aspectos no resueltos de los padres (miedos, temores, frustraciones...), por lo que estamos realizando un forzamiento en la psicología del niño que le aleja realmente de poder acceder a su identidad e introduce en su mente algo que le puede ocasionar problemas en el futuro: el desconocimiento de lo que realmente quiere o necesita, porque allí se ha puesto algo que no es de él, sino de sus padres, y esto es una causa de sufrimientos futuro muy importante.
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