El ministro del Interior, Alfredo Pérez Rubalcaba, afirmó ayer que el final de la banda terrorista ETA «no va a ser dialogado» y que, tras los tres intentos que se han producido hasta ahora, ya no se volverá a producir algo similar. Asegura Rubalcaba que «o lo dejan», o las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado, los fiscales y los jueces «se lo harán dejar».
Tras las aciagas jornadas vividas, con la irreparable pérdida de las vidas de los dos guardias civiles en Palmanova, no podíamos esperar otra cosa del Gobierno que no fuera una posición contundente contra aquéllos que no quieren entender otra cosa, que se obstinan en imponer sus criterios poniendo sobre la mesa la sangre de los inocentes, coaccionando a la población civil, reclamando el pago de impuestos revolucionarios, exigiendo derechos que ellos niegan a otras personas, exhibiendo, en suma, un sinfín de desvaríos anacrónicos con los que hay que acabar a toda costa.
Era de todo punto comprensible que se explorara, cuando se dieron las circunstancias para ello, cualquier posibilidad de que se iniciara un camino hacia vías políticas. Hoy sabemos que lo que hicieron fue jugar con nosotros, con todos, no sólo con el Ejecutivo, para seguir en sus trece y en un totalitarismo que jamás abandonaron.
Quienes quieren defender la independencia de Euskadi tienen la posibilidad de hacerlo a través de las instituciones, a través de la democracia, con la palabra y el diálogo. Es por ello inadmisible que estos asesinos usen como excusa para sus actuaciones este argumento. Tiene razón el ministro, no cabe el diálogo con aquél que sólo se escucha a sí mismo y, además, no respeta la vida del prójimo.
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