La banda terrorista ETA ha confirmado su inequívoca voluntad de seguir matando. El atentado contra la casa cuartel de la Guardia Civil de Burgos, detonando un vehículo con 200 kilos de explosivo, es una buena prueba de ello y, además, con la intención de infringir el máximo daño posible: asesinando, también, a las mujeres y niños que ocupaban el inmueble. No es la primera ocasión que lo hacen, en Vic provocaron una auténtica matanza hace dieciocho años.
El hecho de que sólo resultaran con heridas leves 65 personas tras la terrible explosión de Burgos, que destruyó la fachada del edificio y ocasionó numerosos desperfectos materiales en las inmediaciones, no minimiza en absoluto el impacto y la necesidad de condenar el atentado de ETA, cuyo comando asesino tuvo la vileza de no avisar de la colocación del artefacto para evitar un posible desalojo.
Las distintas fuerzas políticas se han pronunciado en la línea de la condena firme y enérgica contra la acción terrorista. Sin embargo, en estos momentos, las mejores noticias siempre son las que están referidas a la desarticulación y detención de los comandos etarras, tarea en la que la colaboración de Francia ha sido decisiva en los últimos años. La persecución policial está dando unos resultados magníficos, a pesar de que en su desesperación ETA llegue a planificar masacres como la que se podría haber producido en Burgos. Y es probable que lo vuelva a intentar.
Sólo la unión de las fuerzas democráticas, que representan a la inmensa mayoría de los españoles, puede hacer frente a la sinrazón de quienes quieren conseguir objetivos políticos mediante la fuerza de las armas. Pasarán años antes de que los asesinos entiendan que el suyo es un camino sin salida.
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