Este fin de semana se cumple el primer año del congreso nacional del Partido Popular que ratificó a Mariano Rajoy como presidente de la formación conservadora, una convención que estuvo precedida por la pugna entre Esperanza Aguirre y Alberto Ruiz Gallardón como posibles alternativas en el liderazgo tras la derrota en las últimas elecciones generales.
Rajoy, por tanto, logró mantenerse al frente del PP, aunque su posición estaba siendo erosionada de manera permanente por los rescoldos del congreso valenciano. Sin embargo, en los últimos meses ha logrado fortalecer su posición interna gracias a la victoria electoral en Galicia, entrar en la coalición con el PSOE que desalojó al PNV en el País Vasco y, por último, el avance logrado en las recientes elecciones al Parlamento Europeo, en las que ha superado a los socialistas.
De todos modos, el panorama político del líder del Partido Popular no está despejado. Los casos de corrupción siguen salpicando al PP en distintas comunidades autónomas y, también, a la dirección nacional con el llamado 'caso Gürtel', en el que aparece como uno de los implicados al tesorero del partido, Luis Bárcenas. Hay que admitir que en todos estos asuntos Mariano Rajoy ha mostrado una debilidad que pone en cuestión su discurso contra la corrupción política; su participación en los homenajes al presidente valenciano Francisco Camps son un claro ejemplo de esta tibieza.
A Mariano Rajoy todavía le queda mucho camino por delante para consolidarse como una alternativa creíble al PSOE y a Rodríguez Zapatero, una sensación que permanece entre su propio electorado. Esta es su gran asignatura pendiente.
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