Hoy tomará posesión del cargo de lehendakari el candidato socialista Patxi López, el cual "con los votos del Partido Popular y de UDyP" ha roto con treinta años de presidentes nacionalistas en el País Vasco. Además, su elección ha supuesto la salida de la escena política de Juan José Ibarretxe, inquilino durante una década del palacio de Ajuria Enea.
El relevo en la Lehendakaritza se ha producido siguiendo las reglas del juego democrático, en el que las mayorías parlamentarias son las que tiene la potestad para elegir o desbancar a los dirigentes. El caso vasco, no obstante, tiene una característica que cabe considerar excepcional: la unión de socialistas y conservadores para desalojar a los nacionalistas del poder. El fácil entender que las razones de la alianza del PSOE y el PP supera el mero oportunismo político, se sustenta "tal y como expresó López en su discurso de investidura" de establecer nuevas prioridades políticas "el combate contra la banda terrorista ETA" y sociales "normalizar la vida pública" desde el propio Gobierno vasco.
La experiencia vasca será compleja y no pocos le auguran un estrepitoso fracaso cuando comiencen a colisionar los intereses de socialistas y 'populares', cuando se resquebraje el constitucionalismo español que ahora dicen que les une. Siempre será un error formalizar acuerdos políticos 'a la contra', y todavía más cuando lo que pretenden es anular la voz a un importantísimo sector de la sociedad que prestó su apoyo electoral al Partido Nacionalista Vasco. El gran reto de López reside ahora en dar credibilidad a sus intenciones de conciliación y de erigirse en auténtico representante de todos los vascos, tarea en la que precisa de tiempo y habilidad.
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