Es un hecho constatable que el fenómeno de vivir en un mundo global no sólo supone que los avances viajan a diferentes rincones del planeta casi al instante, sino que, también cuando nos enfrentamos a determinadas nuevas patologías, su extensión por diferentes países se convierte en inevitable. Esto aconteció ya con la gripe aviar, cuyos primeros episodios se produjeron en el continente asiático, donde se manifestó con una mayor virulencia, pero que acabó extendiéndose por toda la Tierra.
Algo similar está sucediendo con la gripe porcina desatada en México y que comenzó afectando a varios países de América, en especial a los Estados Unidos. Este hecho no tiene por qué provocar alarma, puesto que contamos con las herramientas y los medicamentos necesarios para hacer frente a un brote vírico de estas características.
Se trata de mantenerse vigilantes, de adoptar las medidas precisas para evitar que el mal se convierta en una pandemia, ejercer los mecanismos de control necesarios para evitar su extensión, trabajar para que los grupos de riesgo no se vean expuestos y, finalmente, en el caso de los enfermos, aplicar aquellos tratamientos que se han especificado para ello siempre bajo la prescripción de los profesionales de la sanidad.
De momento se han detectado algunos posibles casos en nuestro país y es bueno que el Ministerio haya decidido darlos a conocer, porque la transparencia es esencial para evitar que se produzcan alarmismos que están fuera de lugar. Esto no quiere decir que deba existir pasividad por parte de la Administración, sino todo lo contrario. Deben establecerse las actuaciones necesarias, los mecanismos precisos para que todos los estamentos de la sanidad pública respondan como deben, como siempre suelen hacer.
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