El presidente del Gobierno italiano, Silvio Berlusconi, ha vuelto a protagonizar otra boutade al considerar que las alrededor de 17.000 personas que han quedado sin hogar tras los terremotos que han asolado el centro del país, que han provocado casi tres centenares de muertos, deben tomar la situación como si fuesen unas vacaciones en un camping, ya que tienen, en su opinión, todas las necesidades básicas cubiertas. La frase, por desgracia, no es una excepción en este mandatario que acumula victorias electorales en base a un peligroso populismo.

Los italianos parece que están acostumbrándose a este comportamiento peculiar de su presidente "las críticas apenas trascienden y el apoyo electoral es mayoritario", que busca el protagonismo allí donde se encuentra de la manera más grotesca, incluso si es preciso recurriendo al machismo más trasnochado. Sin embargo, el comportamiento de Berlusconi tiene una vertiente mucho más preocupante y peligrosa.

En los últimos meses el Gobierno de Silvio Berlusconi no ha dejado de lanzar mensajes xenófobos, sin que ello haya generado una respuesta contudente tanto dentro como fuera de Italia. Las medidas de control sobre los gitanos y los inmigrantes que se pretenden implantar rebasan lo que se entiende como un lógico control fronterizo de un país que, como España, también es un punto de entrada en la Unión Europea por parte de ciudadanos procedentes tanto del este europeo como del norte de Àfrica. Berlusconi se ha convertido, por desgracia, en una rara y peligrosa excepción en la política europea "como antes los fueron los ultraderechechistas Le Pen y Haiger en Francia y Austria, respectivamente". Un mal presagio.