Han tenido que transcurrir cinco años para que un presidente español, en este caso el socialista José Luis Rodríguez Zapatero, mantenga un encuentro con su homólogo de los Estados Unidos, el demócrata Barack Obama. En Praga se han visto las caras los dos mandatarios después de la ya mítica foto en las Azores de los presidentes Bush y Aznar en los días previos al inicio de la guerra de Irak. La salida precipitada de las tropas españolas de aquel conflicto "en la que fue primera decisión de Zapatero cuando entró en el palacio de La Moncloa en 2004" provocó una serie de desencuentros con la Administración norteamericana bajo la presidencia republicana de George Bush. Desde entonces se habían roto los canales de comunicación personal entre los inquilinos de la Casa Blanca y La Moncloa, una relación que ahora, al menos en apariencia, se ha recuperado.

Los cuarenta y cinco minutos que duró la entrevista entre Obama y Zapatero no arrojaron ningún resultado concreto; se trató de una primera toma de contacto en la que, en especial por parte del político español, lo más trascendental era, precisamente, la constancia gráfica y todo el lenguaje gestual de la misma. En este sentido no se puede ocultar que el presidente Zapatero ha logrado su objetivo, aunque a ciencia cierta deberá pagar por ello.

España, en palabras de su presidente, se ha convertido en un sumiso aliado de los Estados Unidos y de su presidente "las palabras de Zapatero en Praga no dan lugar a equívocos", el cual ya ha exigido un importante incremento del destacamento español en Afganistán, aunque sólo sea para olvidar el último desaire de Kosovo. Cabe esperar que en el futuro haya algo más que fotos.