A los treinta años ya era consellera, tres años después era nombrada delegada del Gobierno, cargo que ocupó durante dos legislaturas y que dejó para convertirse en la primera mujer al frente del Ajuntament de Palma. Lo hizo con una cómoda mayoría absoluta que perdió en las últimas municipales, aunque siguió siendo la candidata más votada. Desde aquel momento comenzó el particular calvario de Catalina Cirer: la desunión en el seno de su partido y los escándalos que encabezó Javier Rodrigo de Santos, en quien confiaba plenamente.

No puede, desde luego, adjudicársele responsabilidad alguna en el comportamiento del edil, pero la pésima imagen del PP "que ahora corroboran unos cuantos casos más de corrupción" estaba servida. Quedarán en la memoria de todos sus aciertos y su dedicación al cargo, pero también algunos errores, como la destrucción del puente del tren o su férrea negativa a oficiar matrimonios homosexuales.

Cirer, a quien siempre se ha reconocido su honestidad, no ha querido convertirse en un obstáculo para la necesaria renovación de su partido, que se enfrenta al difícil reto de recuperar la imagen de moralidad que algunos de sus cargos públicos han dinamitado sin ningún pudor.

Veinte años después de su llegada a la política de la mano de Gabriel Cañellas como consellera de Governació, y tras su paso por la Delegación del Gobierno y la Alcaldía de Palma, Cirer tira la toalla. El tiempo dirá si en futuras elecciones autonómicas o generales el PP vuelve a contar con ella. No cabe duda de que su estilo populista y cercano a la ciudadanía ha dado muchos réditos a su formación. Pero se imponía la renovavión. Cirer lo ha entendido así y ha facilitado a Estaràs el camino para buscar un nuevo candidato o candidata para recuperar el Ajuntament de Palma.