a puesta de la primera piedra del parador de Dalt Vila, en el Castillo, ha sido, sin exagerar, el comienzo de la materialización de un sueño para una de las zonas más injusta y tristemente abandonadas de la ciudad. De hecho, el que un ente como Paradores Nacionales haya accedido a impulsar un establecimiento en un edificio con un futuro tambaleante e incierto es, tras la declaración de Dalt Vila como Patrimonio de la Humanidad, la mejor noticia posible para la revitalización de esta parte del casco histórico, un objetivo mil veces afrontado pero nunca plenamente conseguido, para desesperación de los vecinos de este barrio en particular y de la ciudad en general. Desde luego, fue una suerte contar con ibicencos en el ente nacional cuando se decidió, pero éstos tenían que aportar los valores que su entorno sin duda tiene.
El Parador, la gran recuperación de Dalt Vila
07/03/09 0:00
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