El presidente del Consell d'Eivissa, Xico Tarrés, pronunció ayer tarde un discurso atípico de reivindicación en la jornada de homenaje al Estatut d'Autonomia, una postura tradicionalmente reservada para la Diada ibicenca del 8 d'Agost, que no dejó de contar con el guiño de sus opositores en la institución, ayer en boca del ex presidente Antoni Marí Calbet, implícito en su repaso de lo que supuso el gran salto hacia la Democracia y a la actual configuración administrativa de nuestro país. Tarrés tuvo ayer razones para exponer su crítica al «centralismo mallorquín», por más que esa acepción sea un tanto engañosa porque identifica automáticamente órganos comunes a todas las islas, en los que hay represenantes de todas las islas, con otros específicos de la mayor de las Balears, un ejemplo de la confusión en la que esta comunidad autónoma vive sumida desde su artificiosa concepción como tal. Sin embargo, las mismas críticas -que hace una semana, seis meses o los dos años que está a punto de cumplir como presidente de la institución- adquirieron ayer una dimensión especial que no debe pasarse por alto, porque eligió, precisamente, la fecha de celebración de la balearidad para dejar al aire algunas de sus más sangrantes contradicciones. Así, han de interpretarse, obligatoriamente, como un aviso de que desde este momento el sistema de reparto de tareas debe actualizarse sobre la base de estas exigencias que, según Tarrés, no se atienden adecuadamente desde el Govern balear. El entorno para semejante movimiento político, sin duda, acompañaba, puesto que el lugar elegido para el discurso institucional de la Diada fue la inauguración de la muestra de los treinta años de historia del Consell, y ahora debe materializarse en algo más, quizás un gran pacto entre todas las formaciones políticas con representación popular para que exista alguna posibilidad de obtener resultados tangibles y no sólo lugares destacados en los medios de comunicación. No sería fácil, porque en contra tendrían a sus propios partidos, tan acostumbrados a la invocación de la disciplina para acallar cualquier intento de cambiar los actuales equilibrios, pero ya se hace necesario un nuevo debate sobre qué se quiere, qué se necesita y qué se pueden permitir unas islas en las que a pesar de su riqueza económica aún quedan demasiadas cosas por concretar. Balearidad e insularidad pueden ser términos antagónicos o complementarios. Es lo que hay que decidir ya, porque si tanto se repiten las quejas será porque algo simplemente no está funcionando bien.