El president Francesc Antich ha vuelto a sacar a la palestra un viejo asunto que nadie ha sabido afrontar con éxito: la necesidad de desestacionalizar el turismo. Lo ha hecho en el Congreso de Guías Turísticos y ha puesto el acento en lo que todos sabemos: hay que potenciar la oferta cultural, patrimonial y medioambiental.
Hace bien Antich en incidir en una cuestión eternamente irresuelta que, ahora que entramos en una crisis económica de quién sabe qué duración y qué alcance, podría suponer un salto cualitativo en el negocio turístico balear.
Recordemos que Balears lleva ya cuarenta años explotando el mismo registro: sol y playa, por no hablar de la juerga y el alcohol barato que tanto atraen a miles de extranjeros.
Se ha avanzado mucho, sin duda, pero todavía queda mucho por hacer. Nuestro patrimonio histórico, cultural y paisajístico tiene entidad suficiente como para convertirse en destino turístico para gente culta y amante de la naturaleza, como ocurre actualmente con Francia o Italia.
No caigamos en el error de despreciar la imagen archiconocida de Balears como islas con playas paradisíacas, porque ése sigue siendo, hoy por hoy, el mejor de los reclamos. Pero añadamos "sin restar" una nueva imagen de nuestro Archipiélago: la de un lugar interesante, lleno de leyendas, historia, edificios notables, exquisita gastronomía, parajes idílicos para practicar deportes al aire libre, pueblos de interior llenos de encanto...
Y cuidemos al máximo el paisaje y cada localidad de estas Islas para que luego, cuando llegue un turista, encuentre en la realidad la misma imagen de calidad y desarrollo que habrá visto en la publicidad y en las guías de viaje.
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