Lo intentó en tres ocasiones durante el fin de semana y, al final, lo consiguió. La banda asesina ETA ha vuelto a matar, en esta ocasión a un brigada del arma de Artillería, Luis Conde de la Cruz, en la localidad cántabra de Santoña. Antes lo había intentado en Vitoria y Ondárroa. Los terroristas han dejado un reguero de heridos y cuantiosos desperfectos materiales. En todas sus acciones estaba claro que su intención no era otra que la de hacer daño, mucho daño, un objetivo que, por desgracia han logrado.

Las bombas de ETA son la respuesta a las recientes sentencias del Tribunal Supremo decretando la ilegalidad de sus dos brazos políticos, Acción Nacionalista Vasca (ANV) y el Partido Comunista de las Tierras Vascas (PCTV). En apenas unos días, los asesinos lograron preparar tres coches bomba en Francia "según ha explicado el ministro del Interior, Alfredo Pérez Rubalcaba" e introducirlos en España para hacerlos explotar en distintas localidades de Vitoria, Vizcaya y Cantabria.

El presidente cántabro, Miguel Àngel Revilla, ha responsabilizado sin tapujos a la actitud del lehendakari Ibarretxe y su partido, el Partido Nacionalista Vasco, tras las sentencias del Supremo respecto a las ilegalizaciones de ANV y el PCTV, la cual considera que es un ejemplo de ambigüedad y de cuestionar, con sus críticas al fallo judicial, el Estado de derecho. La acusación es grave e injusta, desde Ajuria Enea nunca se ha apelado en defensa de la violencia para la obtención de logros políticos, actitud que situaría a sus responsables fuera de los márgenes de la Ley. Otra cuestión es no compartir las tesis de Ibarretxe respecto a la relación del País Vasco con el resto de España aspecto que es, sin duda, opinable, aunque no es ahora, con la última víctima de ETA todavía caliente, el momento más adecuado para plantear el debate.