afael Nadal añadirá el premio Príncipe de Asturias del Deporte a su ya extraordinario palmarés en un año, este 2008, que se está convirtiendo en un auténtico talismán para el tenista mallorquín que en pocos meses ha acumulado el triunfo en Roland Garros, Wimbledon, las Olimpíadas de Pekín y el número 1 de la ATP desbancando a otro mito del tenis mundial, Roger Federer.
Las razones que avalan la decisión del jurado de los premios Príncipe de Asturias para conceder el galardón a Nadal, el segundo mallorquín tras el artista Miquel Barceló que obtiene el reconocimiento de este prestigioso galardón, no se circunscriben a sus innumerables y brillantes éxitos deportivos, puesto que también pretenden reconocer -quizá en primer orden- sus valores personales como deportista.
La humildad ante el éxito y el reconocimiento del contrincante, por sencilla que fuera la victoria, son una constante en Rafael Nadal y una característica que todavía adquiere mayor relevancia cuando son unas virtudes que exhibe, junto con el de la perseverancia y discreción, un joven nacido en Manacor hace apenas 22 años y al que no le falta conciencia social, como lo demuestra la creación de una fundación destinada a ayudar a los colectivos más desfavorecidos.
Todos los elogios se antojan insuficientes para glosar la figura de Rafael Nadal cuando su juventud permite aventurar que le queda por delante una larga carrera deportiva repleta de triunfos. A pesar de ello, este Príncipe de Asturias del Deporte no llega demasiado pronto. Nadie cuestiona el acierto en la concesión del premio a Rafael Nadal, que servirá, como en tantas otras ocasiones, para que España, Balears, Mallorca y Manacor sientan el legítimo orgullo que significa el verle en lo más alto y con el prestigio y reconocimiento internacional.
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