El vicepresidente segundo del Gobierno y ministro de Economía y Hacienda, Pedro Solbes, ha confirmado la desaceleración de la economía española. La situación, según las últimas previsiones oficiales, hará desaparecer el superávit de las cuentas públicas que se había logrado acumular en los últimos años. El plan de estabilidad presupuestaria presentado -que afecta al Estado, comunidades autónomas y ayuntamientos- pospone al año 2011 la reactivación de la actividad económica.
El presidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero, ha tenido que rectificar y admitir su error en la evolución positiva de la economía española, un mensaje que lanzó con una clara intencionalidad electoralista. Tal y como ya vaticinaban entonces los analistas, los datos muestran un claro parón económico en España; incluso muy superior al de otros países de la Unión Europea. La importante subida de los tipos de interés hipotecario ha acabado pinchando la burbuja inmobiliaria, deteniendo en seco la demanda, e iniciando un proceso de recesión agravada por el aumento de los precios del petróleo junto con el de los productos alimentarios. Los principales indicadores son desoladores: desplome de la demanda interna, inflación rozando el 5 por ciento, tipos de interés por encima del 5 por ciento y una exportaciones bloqueadas por un cambio sobrevalorado del euro frente al dólar.
Para salir de esta espiral no es suficiente el esfuerzo individual de España, aunque sí es imprescindible y por el momento el Gobierno se está limitando a parchear tratando de ganar tiempo hasta que escampe la tormenta. La Unión Europea tiene en sus manos resortes suficientes para minimizar de manera solidaria los efectos de esta crisis, que, por fortuna, responde más a movimientos especulativos que a razones estructurales. De momento.
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