Las bolsas vivieron en los últimos siete días unas jornadas negras como consecuencia de la crisis hipotecaria de los Estados Unidos, una crisis que se veía venir debido a los constantes incrementos de los tipos de interés que abocaban a un incremento de los impagos y, por tanto, a los embargos de propiedades inmobiliarias y su puesta a la venta en los mercados, lo que originaba una caída de los precios. Y todo este proceso sin que las grandes empresas norteamericanas de análisis de riesgos financieros advirtieran de lo que se avecinaba.
La situación ha obligado a tomar medidas extremas, como lo es la inyección de liquidez por parte de la Reserva Federal norteamericana y del Banco Central Europeo, lo que ha contribuido a serenar los ánimos y a enfriar una compleja eventualidad.
Es preciso, sin embargo, que tomemos conciencia de que la crisis estadounidense, como en tantas otras ocasiones, no se circunscribe a sus propios ciudadanos, sino que las consecuencias son globales y afectan al total de los mercados bursátiles.
También sería conveniente que los responsables económicos de España no bajen la guardia por cuanto una crisis similar en nuestro país tendría consecuencias imprevisibles. Si bien es cierto que, por el momento, los análisis que se hacen desde el Ministerio de Economía que dirige Pedro Solbes son bastante tranquilizadores.
En cualquier caso bueno sería tomar nota para evitar que, dada la tendencia alcista del precio del dinero en Europa, puedan darse situaciones críticas que abocarían a muchas personas a una situación catastrófica de solución impredecible. De momento sólo cabe tomar las cosas con calma, pero con la máxima vigilancia posible.
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