Han pasado ya tres años desde los dramáticos y salvajes atentados que provocaron la muerte de casi 200 personas en Madrid, aniversario que se celebró el domingo con la resaca de la manifestación convocada por el PP contra la prisión atenuada de De Juana Chaos. Estuvieron «todos» presentes en la inauguración del monumento a las víctimas del 11-M, pero con un talante frío y distante personificado en Rajoy y Zapatero, incapaces de ofrecer a las víctimas y a la ciudadanía la esperanza de un futuro consenso en materia antiterrorista.
El tercer aniversario de los atentados coincidieron con la continuación del juicio en el que se juzga a los presuntos autores de la masacre. Mucho han cambiado las cosas desde que hace trece días comenzaron las primeras declaraciones. Si en un primer momento los procesados negaron cualquier relación con los atentados e incluso los condenaron, poco a poco van saliendo a la luz datos y confesiones que esclarecen el complejo entramado de la autoría.
Ayer un testigo protegido reconoció la celebración de reuniones en domicilios particulares a las que asistieron «El Tunecino» y el hermano de Mouhannad, Almallah Dabas, imputado en el 11-M y extraditado a España por el Reino Unido. Un testigo declaró, incluso, que este imputado reconoció su deseo de que cayeran las Torres Kio de Madrid.
El proceso será largo y complejo, pero hay que confiar en la Justicia y en que ésta ponga definitivamente las cosas en su sitio, lejos de especulaciones conspirativas.
Si existen puntos oscuros en lo acontecido aquel día, éstos deben ser aclarados, pero esa es una tarea que compete al tribunal de la Audiencia Nacional que juzga a los encausados por la mayor masacre terrorista de la historia de Europa.
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