La Dirección General de Instituciones Penitenciarias, en realidad el propio ministro del Interior, Alfredo Pérez Rubalcaba, ha decidido que el terrorista De Juana Chaos, que estaba en huelga de hambre desde hacía casi cuatro meses, goce de la prisión atenuada, lo que le permitirá terminar en su casa la condena que cumple por un delito de amenazas no terroristas.

La decisión, muy pormenorizada ayer por Rubalcaba, es tan controvertida como legal. De hecho, no es la primera vez que por razones de salud se aplica esta medida a los presos. En concreto, Rafael Vera, ex secretario Seguridad, y el ex general Rodríguez Galindo gozaron de este 'privilegio' legal.

Rubalcaba no quiso dejar ningún cabo suelto en sus explicaciones y dejó bien claro que el etarra ya ha cumplido la condena por estar implicado en 25 asesinatos y que tan sólo le queda poco más de un año para cumplir una segunda condena por amenazas.

El ministro habló de razones humanitarias y puntualizó que no se trata de una libertad condicional: De Juana Chaos se repondrá en un hospital y cumplirá en su domicilio toda su condena con controles y vigilancia permanentes.

La decisión ha provocado rechazo social de algunos sectores, alabanzas de la izquierda abertzale y fuertes críticas del PP, que vinculan esta decisión política con el chantaje del etarra al Gobierno.

Está claro que al Gobierno no le convenía permitir que De Juana Chaos -que ayer mismo abandonó la huelga de hambre- se convirtiera en un mártir.

Zapatero podía haber optado por mantenerlo en el Hospital 12 de Octubre, donde estaba ingresado, pero ha recurrido a esta medida legal que cuenta con la aprobación del juez de vigilancia penitenciaria. Quizá haya sido la solución menos mala. De todos modos, la última decisión era de De Juana: alimentarse o no, vivir o morir. Ha optado por la primera y el Gobierno, sin vulnerar la Ley y sin darle un trato de favor, ha querido ser humanitario. De Juana nunca lo fue, pero ésta es la diferencia entre los terroristas y los demócratas.