La muerte de la soldado Idoia Rodríguez Buján en Afganistán ha situado de nuevo a este país en el punto de mira de los políticos (más aún en precampaña electoral), abriendo un debate sobre la conveniencia de retirar las tropas españolas o sobre qué tipo de riesgos corren nuestros soldados.
El fallecimiento de Idoia Rodríguez, tras la explosión de una mina de alta potencia al paso de la ambulancia blindada que conducía, justifica en cierto modo el porqué de la presencia de las tropas españolas en Afganistán, bajo mandato de la ONU, y confirma el aumento de la conflictividad e inseguridad en la zona.
Las militares españoles trabajan a favor de la paz en un país conflictivo en el que se prevé un incremento de la violencia durante esta primavera, según avanzaron hace meses radicales talibanes. Los efectivos no aumentarán ni se reducirán. El Ejecutivo español mantendrá las tropas destinadas a Afganistán, presencia militar que defiende a capa y espada el presidente afgano, Hamid Karzai, consciente de que su Gobierno debe trabajar a marchas forzadas a favor de la seguridad y desarrollo de su país. No en vano, Karzai no ha dejado pasar ni 24 horas tras la dimisión de Prodi para pedir a Italia que mantenga sus 2.000 soldados, causa del rechazo del Senado a su política exterior.
España debe cumplir los compromisos adquiridos dentro del marco de Naciones Unidas para mejorar las condiciones de vida de los afganos, pero también no hay que perder la perspectiva de que, aún siendo una misión internacional de cooperación con el Ejecutuivo afgano, existen riesgos que irán aumentando conforme empiece el calor.
Por ello, la seguridad de las tropas españolas debería incrementarse todavía más para evitar, en la medida de lo posible, que puedan producirse nuevas desgracias.
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