Las elecciones catalanas se han zanjado con un resultado que, como era previsible, aboca necesariamente a pactos. Uno de los más probables es la reedición del Tripartito que ha estado al frente de la Generalitat en los últimos tres años. Eso, a pesar de que el PSC se ha dejado cinco diputados en el camino, pasando de 42 a 37, y ERC ha perdido dos, pasando de 23 a 21.

De hecho, el partido que ha obtenido mayor número de escaños es CiU, con 48, pero es insuficiente para consolidar una mayoría de gobierno, salvo en el caso de que se formara un frente nacionalista con Esquerra, alternativa a la que se mantine abierto Josep Lluís Carod Rovira. Y no puede tampoco descartarse un gobierno de CiU en minoría con apoyos puntuales del PSC, a cambio del apoyo convergente en Madrid. También es significativo el incremento de escaños de Iniciativa per Catalunya (el tercero de los integrantes del Tripartito), que pasa de 9 a 12, lo que puede ser un premio a la seriedad con la que ha desarrollado su labor en el gobierno de la Generalitat y la campaña electoral. El PP, como estaba previsto, retrocede ligeramente pero no sufre un descalabro. Y, de forma sorprendente, entra en el Parlament Ciutadans de Catalunya y lo hace con tres diputados, lo que puede interpretarse como un voto de castigo a los partidos tradicionales, sobre todo a los catalanistas.

Es, además, un dato muy significativo que la participación haya sido significativamente más reducida que en los últimos comicios de 2003, lo que evidencia también un cierto hastío de los votantes catalanes.

El líder del PSC, José Montilla, se declaraba anoche partidario de reeditar el Tripartito y manifestaba que habría que aprender de los errores. En cualquier caso, los próximos días van a ser claves para la configuración del gobierno catalán.