La reacción de Corea del Norte a la resolución de la Organización de Naciones Unidas (ONU) tras conocerse su ensayo nuclear eleva la tensión a niveles ciertamente preocupantes. Desde Pyongyang se advierte que se considera a ésta una «declaración de guerra» y se amenaza con «golpear despiadadamente» a quien ampare el texto. Al mismo tiempo, desde Estados Unidos se avisa de movimientos en el país asiático que podrían indicar que se volverá a efectuar otro ensayo atómico.
Y, por si algo faltara en el convulso mundo de las relaciones internacionales, Javier Solana, Alto Representante para la Política Exterior de la Unión Europea (UE), reconocía el fracaso de las negociaciones con Irán sobre el asunto del enriquecimiento de uranio y del desarrollo de su industria atómica.
Llegados a este punto, parece imprescindible que Estados con relaciones especiales con Irán y Corea del Norte, caso de China o Rusia, por ejemplo, asuman una mayor responsabilidad y se impliquen para que esta escalada de tensión se rebaje a límites tolerables.
La imposición de nuevas sanciones, medida más que probable vista la evolución de los acontecimientos, no parece que vaya a dar resultados, sino más bien al contrario. Aunque bien es verdad que la comunidad internacional no puede tampoco permitir chantajes o coacciones por parte de Teherán o de Pyongyang y ceder sin más a sus pretensiones.
En cualquier caso, los próximos días van a ser claves para ver hacia dónde puede reconducirse la situación para conseguir que el clima tenso que se respira en la zona no acabe convirtiéndola en un escenario de guerra, algo que debe evitarse a toda costa con el mayor de los esfuerzos.
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