Los especialistas en Ciencias Sociales llevan ya unos años estudiando detenidamente el renacer de la extrema derecha en países europeos que hace tan sólo unas décadas parecían inmunes a admitir en su seno tentaciones totalitarias. Se constata que tras cada nuevo encuentro con las urnas, los partidos de ideología ultraderechista -favorecidos hoy por tendencias xenófobas y vagos nacionalismos- crecen en porcentajes que permiten a sus dirigentes albergar expectativas impensables poco tiempo atrás. En un país como Bélgica, las elecciones municipales del pasado domingo muestran a una ultraderecha reforzada capaz de atraer en un futuro próximo a porciones de un electorado indeciso. En Dinamarca, uno de los tres Estados de la UE en los que la extrema derecha forma parte de la mayoría parlamentaria, el Partido Popular representa ya al 13,3% de los electores. En Austria, los dos partidos ultraderechistas superaron el 15% de los votos en las legislativas del pasado 1 de octubre. Incrementos notables se registran igualmente en Francia, en donde Le Pen se regocija ante una jamás conocida intención de voto en los sondeos, en Polonia, o en Eslovaquia. Por su parte, los alemanes no salían de su asombro el pasado septiembre al comprobar que el neonazi Partido Nacionaldemócrata (NPD) alcanzaba el 7,3% de los votos en Mecklemburgo, una región económicamente deprimida. Tal vez ello se deba a que se ha olvidado que tradicionalmente el fascismo es dirigido por las clases altas, pero lo nutren las bajas. Naturalmente que esta ola reaccionaria actual es distinta a la nazifascista que azotó a la Europa de entreguerras, puesto que las sociedades de hoy no son las de entonces; no obstante las imprecisiones de una izquierda que no «vende» bien su producto, unidas al quehacer de una derecha democrática que deja demasiado espacio político a su derecha, catalizado todo ello por el desengaño que sienten los ciudadanos ante una clase política en exceso atenta a sus propios intereses, podrían a la larga determinar que lo que hoy es una ola reaccionaria se convirtiera en un auténtico maremoto.