Este año se cumple el 25 aniversario del primer caso documentado del síndrome de inmunodeficiencia adquirida (sida), que ya se ha cobrado más de 25 millones de muertos y más de 40 millones de personas afectadas. Tras un cuarto de siglo estudiando cómo curar la enfermedad, se ha demostrado que los tratamientos para atenuar el sida son cada vez más eficaces, aunque, lamentablemente, no todos los enfermos pueden acceder a ellos.

El 95 por ciento de las personas que han contraido sida viven en los países más pobres del mundo, cifra que muchas veces se diluye entre los múltiples debates de organismos internacionales que dan prioridad a la búsqueda de un tratamiento definitivo.

Durante estos días se celebra la XVI Conferencia Internacional sobre sida, con el lema «Es hora de cumplir», un contenido esperanzador, si se tiene en cuenta que ya se han cumplido diez años de la constatación de la gran distancia existente entre los países pobres y los industrializados en el tratamiento y prevención de la enfermedad.

Ésta es la gran asignatura pendiente de los países desarrollados: ponerse de acuerdo y colaborar entre los gobiernos para que esa distancia disminuya y los países con menos recursos puedan acceder a un precio asequible al mismo tratamiento que se aplica en los países ricos.

La compleja y esperanzadora conferencia que se celebra hasta el día 18 de agosto en Toronto quiere que el mundo cumpla y, para eso, hace falta que los mecanismos de la política internacional no sean excluyentes, sino convergentes. De no ser así, la distancia que existe hoy en día entre los ricos y los pobres, además de llegar a ser insalvable, puede ser mortal.