La salud de Fidel Castro no ha aguantado más y el líder cubano ha tenido que delegar por primera vez de forma provisional el poder a su hermano Raúl. A punto de cumplir los 80 años de edad, el último gobernante comunista del hemisferio occidental fue ingresado en un hospital tras sufrir una crisis intestinal aguda. Su ingreso y, sobre todo, el traspaso total de poderes a su hermano, se plantea como el principio de un fin que añoran los disidentes al régimen, una buena parte de la población y, en especial, su principal enemigo estadounidense.

Fidel, ex líder guerrillero que consiguió conquistar el corazón de los cubanos al terminar con los excesos de Batista, ha conseguido mantener durante más de 40 años una dictadura que ha resultado infiel a sus principios. El pueblo cubano, a pesar de que dos de cada tres habitantes de la isla caribeña no han conocido nada más que la dictadura de Fidel, está cansado de la dureza económica con la que sobreviven impuesta por el líder comunista.

Mientras los cubanos residentes en Miami esperan el momento de celebrar la muerte de Castro, Venezuela y Bolivia se solidarizan con la pronta recuperación del dictador, y el Gobierno español se desmarca de los países europeos olvidando que Cuba sigue siendo una brutal dictadura.

El futuro es más incierto que nunca. Cuba podría empezar a cambiar, seguramente poco de la mano de Raúl Castro, pero lo suficiente como para comenzar a soñar en un futuro democrático en el que sí se espera la ayuda de España en la transición de la dictadura a un régimen legitimado por todos los cubanos. La esperanza castrista hace muchos años que ya ha caducado para miles de cubanos, que esperan definitivamente el cambio.