Se ha consumado lo que muchos temían y lo que algunos esperaban: el Partido Popular ha roto toda relación con el Gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero y lo hace después de enterarse de las conversaciones entre el PSOE vasco y la ilegalizada Batasuna (a sus espaldas) y tras proclamar que el proyecto político del presidente del Gobierno es el mismo que el de ETA. Después de sostener semejante barbaridad en boca de Àngel Acebes, la única salida digna que le quedaba al líder del partido, Mariano Rajoy, era romper relaciones. Así las cosas, el proceso de paz para el País Vasco se complica, aunque, naturalmente, seguirá adelante en la medida en que el equipo de Zapatero así lo desee, respaldado por buena parte de la sociedad española y, esperemos, por la mayoría de los votos del Congreso de los Diputados.

Sin embargo, la pérdida de apoyo y de confianza del principal partido de la oposición es una pésima noticia, porque no podemos olvidar que al PP de Rajoy le respaldan diez millones de votos, es decir, prácticamente la mitad del electorado español. Por ello debemos lamentar la decisión de Rajoy de desvincularse plenamente del proceso de paz y dedicarse a ejercer la más férrea oposición a cada movimiento del Gobierno, siguiendo la línea que impone en su partido el sector más duro. Aunque, tal vez, también sea positivo que alguien ejerza el papel de abogado del diablo en un proceso complicado y largo que, sin duda, estará lleno de trampas.

A la postre lo que el PP no puede olvidar es que representa los intereses de los españoles y nadie podrá discutir que el más firme anhelo de cualquier español es vencer a ETA, conseguir que abandone las armas y nos deje en paz.