Batasuna está perdiendo los papeles o, por lo menos, confundiendo los parámetros que deben cumplirse para iniciar un proceso de paz. Joseba Permach, coportavoz de Batasuna, dio a conocer esta semana el nombre de los interlocutores en el futuro diálogo entre ETA y el Gobierno, algo que era de esperar tras dos meses del anuncio de la tregua indefinida por parte de ETA y dada la condición de Arnaldo Otegi de negociador de ETA-Batasuna. Lo que no parece tan normal es que Permach exija que la Justicia no realice su trabajo y que amenace al PSOE con bloquear el proceso de paz si la próxima semana son encarcelados los ocho miembros de la Mesa Nacional citados a declarar en la Audiencia Nacional.

Batasuna no se ha dado cuenta todavía de que las cosas no han cambiado tanto como esta formación abertzale quisiera: sigue siendo ilegal, aplicando la Ley de Partidos, y todavía no se le ha escuchado ni una sola palabra en contra del uso de la violencia para lograr sus objetivos.

Lo que está claro es que no se puede permitir que un partido ilegal (hoy por hoy) ponga en jaque al Gobierno antes de empezar a negociar y exija, como condición imprescindible para empezar a hablar de paz, que se frenen determinados procesos judiciales, so pena de colocar el proceso «al borde del colapso». Si eso llegara a ocurrir, será la misma Batasuna quien «colapse» el futuro de la tregua indefinida y regrese a los parámetros que siempre ha utilizado: amenazas y violencia.

Lo que debería hacer Batasuna es ir adaptándose poco a poco al funcionamiento de un sistema democrático que no tiene nada que ver con la «política» que ha practicado durante años y que, al parecer, todavía no quiere abandonar.