Por si no fuera suficiente con sus problemas en lo concerniente
a la guerra de Irak, y en lo relativo a una política energética
cuestionada incluso por sus correligionarios republicanos, el
presidente George Bush se enfrenta ahora a la aprobación de unos
presupuestos que desagradan a una inmensa mayoría de
norteamericanos con independencia de sus preferencias
políticas.
Por decirlo de una vez por todas, Bush aspira a que se aprueben
unas cuentas que en líneas generales castigan la miseria. Los
nuevos presupuestos recortan los subsidios a los ciudadanos más
pobres hasta el punto de que muchos de ellos se verán forzados a
dejar sus empleos si quieren disponer de seguro médico.
Millones de estadounidenses verán recortados, o eliminados, los
programas sociales que hasta hoy les protegían en el caso de que la
propuesta presidencial salga adelante. El programa no puede ser más
explícito: la continuidad de la lucha antiterrorista reclama un
gasto militar que va acompañado de un recorte de impuestos a los
más ricos.
Ni la sanidad pública ni las ayudas a los estudiantes -capitales
en el sistema tradicional norteamericano- tienen hoy relevancia; lo
que importa es una fantasmal lucha contra un enemigo no menos
impreciso.
La Casa Blanca ha adjudicado un extraordinario incremento de
fondos a los gastos militares, nada menos que un 6,9%, equivalente
a 364.000 millones de euros. Paralelamente, el seguro médico para
ancianos y discapacitados será reducido en más de 30.000 millones
de euros a lo largo de cinco años. Estamos, pues, hablando de unos
presupuestos calamitosos para un ciudadano que no tardará en
mostrar en las urnas un descontento más que justificado.
Sin comentarios
Para comentar es necesario estar registrado en Periódico de Ibiza y Formentera
De momento no hay comentarios.