Ojalá este 22 de marzo pase a la historia de este país como el día en que empezó la paz. No sin cautela -por desgracia, ETA nos ha acostumbrado a mantenernos siempre en vilo-, el comunicado de la banda terrorista anunciando un alto el fuego permanente debe llenarnos de alegría y de esperanza. Son cuarenta años de terror, de crímenes, de extorsión, de desesperanza y de muerte. Cuatro décadas que no pueden prolongarse por más tiempo en un siglo XXI en el que en Europa no hay sitio para el terrorismo. Que habrá un coste está más que claro, pero nadie sabe cuál será, porque de momento los violentos han planteado en su comunicación los mismos asuntos de siempre: el derecho de autodeterminación -sin usar la palabra, lo que algunos interpretan como un gesto positivo- y la implicación de los gobiernos de España y Francia, lo que complica las cosas sobremanera.
Editorial
El primer paso de un camino incierto
23/03/06 0:00
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