Tras el recuento de los comicios celebrados ayer en Galicia, la
mayoría absoluta pende de un hilo y todo queda en manos del voto de
los emigrantes, que puede resultar determinante para ver cómo se
plantea la legislatura en función de si Manuel Fraga obtiene o no
los escaños suficientes. Después de cuatro mayorías absolutas y con
muchos años a sus espaldas, el líder conservador gallego ha sufrido
un importante desgaste que le ha conducido a tener que jugarse en
los próximos días su continuidad.
El incremento del Partido de los Socialistas de Galicia (PSdG),
con ser importante, casi ocho escaños, puede no resultar suficiente
en un hipotético pacto con los nacionalistas del Bloque
Nacionalista Galego (BNG), para que se produzca el relevo en la
Xunta. Es precisamente el BNG el que sufre el más importante
descenso pasando de los 17 escaños a 13 y pasando de ser la segunda
a ser la tercera fuerza política.
Pase lo que pase en los próximos días, Fraga fue extremadamente
prudente en sus declaraciones en la noche de ayer, como no podía
ser de otro modo. Pero lo que es cierto es que el Partido Popular
(PP) debe comenzar, una vez que quede dibujado el nuevo mapa
político gallego, sea en la dirección que sea, a replantearse sus
estrategias, ya que es evidente que, aunque se ha atenuado lo que
podía ser una debacle, el descenso es notable.
Aunque tampoco los socialistas deberían echar las campanas al
vuelo. Cierto es que se trata del mejor resultado de la historia
del PSdG, pero aun así necesitarían llegar a acuerdos con el BNG,
lo que, aunque es posible, y casi previsible, no es una tarea
fácil. Los puntos de desencuentro entre nacionalistas y socialistas
existen. Con todo, estamos abocados a una intensa espera.
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